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jueves, 5 de noviembre de 2015

Crítica: obra “Toc Toc”

No hay siete sin ocho


PAULA OLVERA/AURORA SALVO-El Teatro Príncipe Gran Vía sigue recibiendo cada día a decenas de espectadores que quieren descubrir por qué “Toc Toc”, originalmente de Laurent Baffie, lleva tantos años sobre las tablas. En septiembre se estrenó su séptima temporada que promete seguir cosechando el mismo éxito que las anteriores y llegar a la octava tanda con las mismas ganas del equipo. La obra, en clave de humor, relata el problema que sufren los personajes que padecen diversos trastornos obsesivos compulsivos. Se trata de una afección que, aunque es una patología que puede llegar a ser seria, se expone de manera cómica, relativizando su situación, aunque siempre desde el respeto. Esta representación dirigida por Esteve Ferrer cuenta con un trasfondo que merece ser descubierto en las butacas del teatro.

Si hay una obra que no entiende de fracaso, esa es “Toc Toc”. Versionada por Julián Quintanilla, en septiembre estrenó su séptima temporada en el Teatro Príncipe Gran Vía. Más de 2.000 funciones en un mismo escenario avalan su éxito que promete seguir aumentando exponencialmente. Sorprende gratamente sentir cada función como la primera por la buena energía que desprenden los actores. Se nota que el equipo continúa con la misma ilusión que en la primera temporada y que cada nueva representación es un regalo también para ellos. De hecho, hay que resaltar que es la obra que más tiempo se está manteniendo en escena de forma ininterrumpida en Madrid, un logro que tiene una razón muy concreta, su calidad.

La trama gira en torno a un conjunto de pacientes que acuden a la consulta de un terapeuta para intentar superar su trastorno obsesivo compulsivo. Cada protagonista padece un TOC que es ejecutado al extremo para conseguir la risa del público. Una de ellas siente obsesión con la limpieza (misofobia), otra siente la necesidad de repetir todo lo que dice (ecolalia), otra tiene que comprobar continuamente las acciones que ha realizado (verificación obsesiva), otro expresa una verdadera obsesión con los números y la contabilización (aritmomanía)… Así hasta seis protagonistas que mostrarán a los espectadores, en tono de comedia, lo difícil que resulta vivir con un trastorno de este tipo. Unas manías que contagian la risa de los presentes debido también a la veracidad que trae consigo el guión. Sin embargo, estos trastornos son reales y hay personas que los padecen, aunque parezca que no se pueda llegar a ese extremo.

¿Qué sería de vuestra vida si hicierais lo mismo una y otra vez? Una y otra vez. ¿Y si una manía se apoderara de vuestra mente y no pudierais controlarla? El trastorno obsesivo compulsivo, más conocido como TOC, cada vez está más presente en nuestra sociedad. Algunas personas incluso llegan a sufrirlo sin saber que realmente se trata de una patología que conviene tratar. En la mayoría de los casos la ejecución de forma mecánica de una determinada acción desencadena una sensación de ansiedad y temor en el instante en que no se realiza. Este trastorno mental tiene consecuencias muy negativas en el desarrollo vital y conviene ser detectado a tiempo. La obra sirve de aliciente para seguir investigando y trabajando en fármacos que ayuden a superar esta situación a los enfermos.

En las casi dos horas de duración, el público formará parte indirecta de unas historias de superación que finalmente nos demuestran que los problemas, a veces, son mayores cuanto más pensamos en ellos. Si conseguimos manipular a nuestra mente, ésta jamás nos jugará una mala pasada.

La obra también tiene su parte emotiva y nos recuerda, una vez más, que los problemas se resuelven mejor en compañía, con ayuda de los demás, máxime si sufren tu misma situación y se pueden poner en tu piel para entender cómo te sientes. Se producen varios giros teatrales para producir esta sensación de afecto y tolerancia en los espectadores, ligada siempre al buen humor e incluso a la nostalgia, ya que los protagonistas se divertirán con uno de los juegos de mesa más populares y los asistentes querrán iniciar una partida cuando finalice la representación.

Dirigida por Esteve Ferrer, llama la atención que éste también actúe en la obra, manteniendo uno de los papeles de mayor peso en la función, aunque los personajes interpretados por Ana Frau, Paco Obregón, Ana Trinidad, Óscar Ramos, Laura Hernando y Ana Burrel se reparten el texto de forma muy equilibrada. El resultado es una trama coral que hace que los espectadores, en ocasiones, se vean reflejados. Quizá no de forma tan extrema como les ocurre a los personajes, pero alguno de los problemas que se muestran pueden ocurrir diariamente, aunque no llegue a ser una patología. El argumento también ayuda a hacer visible en la sociedad estos TOCs que en ocasiones impiden realizar una vida normal. Sin embargo, no se les suele tratar como enfermos y se tiende a pasar por alto estas manías, exactamente como eso, manías que todos de una u otra manera tenemos.

Desde su estreno en 2009, los actores han ido variando. Así, por esa particular consulta han pasado intérpretes como Daniel Muriel, Miguel Foronda, África Gozalbes, Gracia Olayo, Javivi o Sara Moros, entre otros. Un síntoma de que la representación goza de muy buena salud, ya que el cambio en los personajes no ha afectado en la afluencia del público. Y es que la diversión de “Toc Toc” rebasa los límites del teatro gracias a un montaje dinámico que no deja que decaiga el ritmo ni un instante. No hay tregua para la risa y el aburrimiento no tiene cabida.

El atrezzo es sencillo, representa exactamente lo necesario para llevar a cabo la trama, la sala de espera de la consulta de un prestigioso psiquiatra. De hecho, pareciera que el decorado minimalista que rodea la escena esté creado para que los personajes radicalicen sus trastornos por la luz, el ambiente y la frialdad que suele rodear a este tipo de lugares. Sin embargo, esta atmósfera resulta conocida y verídica para aquellos que alguna vez hayan acudido al médico. Esa que no invita a la recuperación y que no resulta familiar. A pesar de esto, los personajes son muy cercanos entre ellos, para algunas de las personas congregadas incluso demasiado.

El vestuario es común, actual a nuestra época, para acercar aún más la escena a los espectadores y dotarles de ese halo de normalidad que consigue que se empatice con ellos. En un primer momento, quizá parezca que no todos cuentan con algún trastorno, pero poco a poco se va descubriendo lo que en realidad guardan en su interior. Se podría decir que es una manera de mostrar que todos tenemos esas manías que a simple vista no se pueden apreciar, pero que con el transcurso del trato y el tiempo terminan saliendo a la luz.

Esta producción también es una metáfora sobre las relaciones personales y sobre los miedos que nos asaltan día a día. Lo más importante, tal como se aprecia en la obra, es saber afrontarlos y no dejarse arrastrar por ellos, por un círculo vicioso que no hace sino agravar el problema. No pueden controlar la vida, nosotros debemos controlarlos a ellos, siempre dejándonos aconsejar en el caso de ser patologías graves. La representación también habla sobre la tolerancia, la que se les debe dar a las personas que son diferentes, a cada ser humano al fin y al cabo. Sin embargo, muchas veces la sociedad se vuelve egoísta y tiende a no interesarse por las personas especiales, aquellas que no siguen los cánones establecidos. Los convencionalismos los imponemos nosotros mismos, si se quiere contabilizar todo, ¿quién es nadie para decir que eso no se debe hacer? La clave se encuentra en que no entorpezca la vida diaria, ni sea perjudicial, ni sobre todo que haga infeliz o daño a otra persona. Quizá aceptando estos TOCs aquellos que los padecen no se sentirían tan inseguros y el miedo poco a poco iría desapareciendo hasta lograr la recuperación, porque la mayoría de ellos esconden un temor o una experiencia traumática que se encuentra velada, seguramente por la propia manía que desarrollan. No siempre es prioritario acudir a una consulta médica, pero si es necesario asumirlo y ser consciente para poder analizar hasta qué punto influye en nuestro desarrollo.

El éxito de “Toc Toc” no es pasajero. Después de siete temporadas todo parece indicar que la octava llegará próximamente. En todo el mundo se han hecho múltiples versiones de esta representación, por lo que el lugar no resulta una excusa para no acudir a verla, a disfrutar con sus personajes, a reírse con ellos y a sumergirse en un alocado mundo en el que no se sabe quién es el paciente, quién el psiquiatra e incluso ¿quién es el espectador? Todas estas preguntas se pueden resolver de martes a domingo en el Teatro Príncipe Gran Vía de Madrid. No os quedéis sin vuestras entradas para ver una de las representaciones más recomendadas de la capital. 

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