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jueves, 2 de abril de 2015

Crítica: obra "El disco de cristal"

El sueño de toda una vida


PAULA OLVERA– Desde el pasado 6 de marzo, “El disco de cristal” está cosechando un gran éxito en el Off del madrileño Teatro Lara. Se trata de una comedia con tintes dramáticos sobre el ascenso a la cima profesional, la dureza de la caída y la imposibilidad de un resurgir que parece que nunca va a llegar. Aunque solo hay tres actores sobre las tablas, junto con un músico que toca en directo, el escenario está repleto de fuerza y de los sentimientos encontrados que se van sucediendo. Escrita, dirigida y protagonizada por Secun de la Rosa, esta obra nos emociona y divierte desde el principio hasta el final. La representación tiene previsto estar en cartel hasta el último fin de semana de mayo, por lo que los espectadores que lo deseen no pueden tardar mucho en disfrutar de esta vibrante historia.

Fue el 6 de marzo cuando “El disco de cristal”, de poco más de una hora de duración aterrizó en el Teatro Lara para hacerse un hueco en la cartelera madrileña. Esta duración se agradece, ya que no hay opción al aburrimiento y se vive más intensamente. A pesar de que no está en la sala principal como ocurre por ejemplo con “La Llamada”, el público se siente convocado a esta obra que desprende un halo especial. Por ello, todos los viernes y sábados se representa una función en el off de este antiguo espacio teatral por el que, por otra parte, ya han desfilado los mejores actores y actrices con los que cuenta nuestro país. Y es que las actuaciones en el Off del Teatro Lara acercan aún más si cabe a los actores con su público. Aquí es donde se nota de verdad que los intérpretes disfrutan de los encuentros con los espectadores. Sin duda, estos intercambios de miradas aproximan el teatro todavía más a los asistentes, haciéndoles partícipes del proceso creativo como ya sucedería con “El Feo”, otra obra que tuvimos el placer de cubrir en este enclave dramático.

La historia puede resultar cercana, ya que es similar a la de la famosa obra de Tennessee Williams, “El zoo de cristal”. Sin embargo, en esta ocasión se le da una vuelta de tuerca para acercar la trama a la actualidad, a situaciones familiares que pueden representar el día a día, cada una con sus circunstancias, de muchas vidas. ¿Quién no se ha quedado alguna vez anclado en un pasado mejor? Por ello, los espectadores enseguida empatizan con los personajes y en cierta forma pueden comprender cada una de las posturas. Muchas veces, las cosas no salen como se quiere y hay que aprender a evolucionar, el problema surge cuando el espíritu se estanca y no consigue salir a la superficie, sino que, por el contrario, cada vez se hunde más arrastrando sin poder evitarlo a los seres queridos. Podría parecer una postura egoísta, sin embargo, todos buscamos de alguna manera la felicidad en aquello con lo que soñamos, sacrificando ciertos aspectos por el camino.

Secun de la Rosa es el autor y director de esta comedia única. Y no sólo eso, ya que también tiene un papel en la misma, lo que agrada al público. A pesar de que el actor es conocido por sus trabajos en la televisión como “Aída” o “Amar es para siempre”, en esta ocasión sorprende por partida doble. Por un lado, llama la atención el texto que perfectamente ha hilado y, por otro, su interpretación. No es la primera vez que el actor barcelonés se encarga de la puesta en escena de un guión, ya que ha escrito “The Hole” y ha sido director de numerosas funciones de teatro como “Hoy no me puedo levantar”. Desde luego, tablas no le faltan. En “El disco de cristal” es imposible alejarnos de ese Secun que asociamos a la comicidad en algunos instantes, no obstante, emociona por su papel de padre artista y coraje. Muchos espectadores puede que se sientan identificados con su situación, un progenitor que tiene que cuidar de dos niños a la vez que lucha por su sueño de convertirse en todo un artista del panorama musical de la Barcelona más cañí.

El actor está muy bien acompañado por dos jóvenes intérpretes que hacen de esta historia una entrañable comedia con duros toques de realidad. Se trata de Xavi Melero y de Ana Hurtado quienes, con sus voces e interpretaciones, consiguen emocionar a los presentes, entre los que pudimos apreciar caras conocidas como la de Santiago Segura. Esa función era la Noche de los Teatros y en la sala no cabía nadie más, un gran ejemplo del interés del público por el arte dramático que cada vez cuenta con más adeptos. El mérito de esto se debe en parte a unas representaciones de calidad y a unos actores con mucho talento. Este es el caso de Xavi y Ana, además del citado Secun, que con unos personajes muy potentes reflejan fielmente aquello que se pretende mostrar, una vida con subidas y bajadas, pero con la ilusión y las ansias de superación como bandera.

“El disco de cristal” es una alabanza a los soñadores que no consiguieron cumplir su objetivo, también a aquellos que cuando apenas lo rozaban con los dedos se esfumó de golpe. El éxito puede ser muy amargo, cuando el tren pasa sin parar. Sin embargo, hay que mantener la ilusión por otros proyectos, otros caminos para lograr ese sueño. La motivación y la lucha, a veces ciega, están muy presentes en la función. Eso sí, siempre mostrando que no hay que rozar la obsesión por aquello que se desea, ya que puede ser nocivo para uno mismo y para aquellos que nos rodean.

Conviene recalcar una vez más que en el teatro, como otros medios, además de las caras visibles hay otra parte del equipo cuyo trabajo resulta vital para sacar adelante un proyecto. En este caso nos referimos a todos aquellos que hay detrás del telón, aunque sea invisible, o que incluso no se encuentran en el escenario en el momento que da comienzo la función, pero que, sin duda, desarrollan una labor digna de destacar. En esta representación se puede apreciar que la comedia y el drama van unidos por melodías en directo. Pablo Méndez es el encargado de poner la banda sonora a esta obra con el inconfundible rasgar de las cuerdas de su guitarra que evocan los “quejíos” que la propia historia entraña en sí misma.

Así, la música se convierte en una protagonista más de la historia, brindando momentos que son dignos de enmarcar en un museo de los grandes instantes dramáticos. Durante estos minutos, el público de la sala se convierte en un solo espíritu para dejarse impregnar del encanto y los sentimientos que se están viviendo frente a sus ojos. Emocionalmente, la obra es muy profunda, cala hondo y los espectadores se irán a casa con la sensación de haber visto uno de los montajes de la temporada. A algunos quizás les sirva para hacer un examen de conciencia, para pensar si su vida les hace felices y qué pueden hacer para lograr sus sueños, sin que éstos les deparen una existencia frustrada.

Analizando la obra, también se podría apreciar una metáfora de la sociedad actual, en cierta forma descontenta con la situación que le ha tocado vivir y en, algunos casos, frustrada por los sueños incumplidos o las oportunidades tanto personales como profesionales que no parece llegar. Se podría considerar un canto a las múltiples salidas que pueden existir si se mira más allá de la obsesión por aquello que anhelamos. Las ilusiones se pueden cumplir con coraje y poniéndole la mejor cara a la vida, lo importante es levantarse y luchar, aunque sea contra la corriente.

“El disco de cristal” nos habla del éxito y del fracaso. De la farándula y de todos aquellos artistas frustrados que intentaron algún día ser alguien y llegar al estrellato. ¿Qué peso tiene el arte en el seno de una familia? ¿Hasta qué punto tomamos la herencia de nuestros progenitores? ¿Qué precio hay que pagar para lograr lo que deseamos? En ocasiones, éste es muy elevado y no nos damos cuenta de los efectos que puede tener para aquellos que están a nuestro alrededor. En esta historia, la pasión y la entrega por el trabajo van unidas a una inevitable necesidad de sacar adelante a unos hijos que sufren las consecuencias de un padre que quiso brillar y se estrelló. ¿Conseguirán estos personajes ver la luz de las estrellas entre tanta oscuridad? La respuesta todos los viernes y sábados en el Teatro Lara. 

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