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jueves, 7 de diciembre de 2017

Reportaje: cines alternativos en Madrid

“Hay más cine del que nos cuentan”

PAULA OLVERA - Madrid es el escenario idóneo para disfrutar de la película de nuestras vidas. En los últimos años se ha producido un aumento considerable de salas alternativas de cine donde se proyectan títulos que no dejan indiferente a nadie. La capital se erige así como un espacio donde tienen cabida otras pantallas en las que se muestran cintas de una calidad indiscutible que nada tienen que envidiar a las que se proyectan en las salas más comerciales y que todos conocemos. Puede que se tengan menos medios, pero la creatividad, el esfuerzo y el entusiasmo de los directores siguen vigentes. A pesar de las trabas impuestas en el sector, son muchos los que continúan elevando el Séptimo Arte al lugar que se merece. Es hora de homenajear su trabajo a través de esta ruta por los sentidos.


El cine indaga sobre lo que somos. Sobreviví al naufragio del “Titanic”. Durante varios días, presa de mis miedos, no pude articular un músculo pensando en todas aquellas víctimas que se había cobrado la mar. Era mi primera cinta basada en hechos reales, en una tragedia en los que cientos de sueños quedaron ahogados un 15 de abril de 1912. También viene a mi memoria “E.T.” Muchos lo trataban como un bicho raro, pero el simple hecho de ser un extraterrestre para mí no lo hacía diferente, sino especial. De hecho, fue el único capaz de enseñarme a apreciar el valor de mi casa y de mi teléfono. De Simba, “El Rey León”, también aprendí otro tanto. Nunca antes había estado en África, ni más ni menos que en la sabana, en compañía de un cachorro… ¡de un futuro rey! El pobre pronto tuvo que urdir tretas para protegerse de unas temibles hienas y, lo que es peor, de su propio familiar, su tío Scar. Tan real como la vida misma.

El cine siempre ha estado ahí desde que tengo uso de razón. Recuerdo como si fuera ayer todas estas películas y cómo volé de mi butaca sin pedir permiso al acomodador. Yo fui un personaje más y mi vida una cinta regrabable. Claro que, por aquel entonces, la industria cinematográfica se encontraba en una época dorada, en las salas no había huecos vacíos, porque los espectadores estaban deseosos de formar parte de un todo que hoy se ha desinflado como un globo cuando termina una fiesta de cumpleaños. Las trabas impuestas en el sector han mermado el interés de una gran mayoría de los ciudadanos cuya economía no resulta para nada boyante. Atrás quedaron aquellos años en los que cada semana al menos una película era de cita obligada. Una convocatoria ineludible con la cultura y en concreto con las salas comerciales, esas que siempre consiguen las mayores recaudaciones en taquilla. A ellas les debo títulos y títulos guardados en un resquicio de mi fugaz memoria.

He necesitado dos décadas de experiencia para afirmar que hay más cine del que nos cuentan.  Las buenas películas no tienen necesariamente que proyectarse en las salas que todos conocemos. Existen numerosos espacios donde prima la calidad de cada historia filmada y donde se ofrecen interesantes propuestas alternativas para disfrutar de esta práctica audiovisual.

Ahora ciudades como Madrid están más vivas que nunca y sólo es cuestión de encontrar estos pequeños rinconcitos, antiguos cines rehabilitados, bares con salas de proyecciones y, sobre todo, numerosos centros culturales en los que disfrutar de una experiencia única e irrepetible. La Academia de Cine, el Centro Cultural Coreano, Cine Estudio, La Casa Encendida, la Cineteca del Matadero… Se trata, por norma general, de asociaciones sin ánimo de lucro en las que, a diferencia de la experiencia con las proyecciones habituales de espacios convencionales, se suele dar pie a coloquios posteriores. En estas íntimas salas, que resultan mucho más económicas para los bolsillos de los espectadores, se exhibe casi siempre en versión original, acercándonos más las películas extranjeras.

Hablar de sueños es como hablar de películas en las que pueden pasar años en apenas segundos. Mi ruta se inició en el Matadero de Madrid, famoso por sus escenarios teatrales y salas de exposiciones. Su oferta cultural se completa con la Cineteca que cuenta con varias salas (Azcona, Borau, Plató…) donde se proyectan películas, documentales y, lo más interesante, se fomenta la atracción por el Séptimo Arte con cursos, diversas tertulias y encuentros informales con los directores de las cintas.

Recuerdo que hace un par de años, en este espacio, tuvo lugar el XII Festival Internacional de Documentales de Madrid que congregó a numerosos seguidores de este tipo de propuestas. Una de ellas me atrajo especialmente, “A quien conmigo va”, un documental de 74 minutos dirigido por Amparo Mejías que narra el drama de los desahucios en Alcalá de Guadaira. Fueron posiblemente mis tres euros y medio mejor invertidos de los últimos tiempos. Me emocionó la lucha por la supervivencia de aquellos que ya lo han perdido todo debido a la pasividad de nuestros representantes políticos que abusan de la ciudadanía, al igual que la deshumanizada banca.

La singular sala no consiguió completar el aforo, pero todo el equipo de la Cineteca sigue fiel a su intención de trasladar el cine de lo real a nuevos públicos. Esto me alegra porque merece la pena acudir a este espacio alternativo cuyos alrededores parecen extraídos de un cuento. Antiguo matadero y famoso mercado de ganado de Legazpi, en la actualidad, se erige como una auténtica propuesta de ocio por su enclave privilegiado, donde el verde de la hierba y el azul del cielo reflejado en el agua durante la estación primaveral, nos muestran un entorno donde seguramente han tenido lugar una gran cantidad de historias de amor.

La visita al Centro Cultural Coreano también es obligada. Se trata de una entidad pública perteneciente a la Embajada de la República de Corea que ofrece, totalmente gratuito, cine tradicional y contemporáneo coreano en versión original con subtítulos en castellano. Aquí la cultura queda condensada en pocos metros cuadrados, ¡no he visto un espacio alternativo con más historia! Y es que como me recalcan desde el centro, “apuesta por promover la cultura coreana con una tradición de más de cinco milenios, a través de diversas manifestaciones tradicionales y contemporáneas como el Hansik (gastronomía), la literatura, el cine, la música (Korean Pop) y las telenovelas”. El cine es precisamente uno de los mayores atractivos de este lugar al que acuden, sobre todo, estudiantes universitarios que disfrutan mucho con las proyecciones que tienen cabida en la Sala Multiusos que cuenta con un aforo máximo de 80 personas.Este espacio nos ofrece así una excelente oportunidad de disfrutar de un cine que ha configurado un estilo propio y que, a fin de cuentas, representa un medio de conocimiento de la realidad social y cultural coreana.


Mi viaje por los cines alternativos culminó en un destino mágico. Felipe Cabrerizo ha estado bastante tiempo de responsable de Cine Estudio, desarrollando una importante labor en el campo de la creación y la difusión cultural. Se trata de un espacio en el que tienen cabida 213 butacas, un área amplia que nada tiene que envidiar a la de los cines convencionales. “Tenemos 60 espectadores por sesión en nuestros ciclos habituales. Teniendo normalmente 14 sesiones semanales, la asistencia media suele ser de unos 900 espectadores, aunque la cifra varía según la programación del momento”, me contaba encantado.

Cine Estudio es el último ejemplo de espacio alternativo que intenta sobrevivir en el alambre. El cine está siendo maltratado y nosotros nos estamos vendando los ojos. La subida del 21% de IVA cultural fue una traba más que puso en jaque a la industria cinematográfica. Las salas convencionales son tan víctimas de la agonía como las alternativas, donde ni siquiera la reducción del precio invita a los espectadores a volver a llenar las salas. 

¿Dónde quedó la emoción contenida por ver como los hermanos Lumière proyectaron públicamente la salida de obreros de una fábrica francesa? Éste fue el inicio de una historia que hoy en día lucha por renovarse o morir lentamente. Muchas salas se han visto obligadas a cerrar sus puertas, quizás para siempre. Otras han tenido que imaginar aplausos de un público que ya no está presente. ¿Qué pasará el día en que nadie diga “corten”? Todavía queda un halo de esperanza porque en las pantallas no convencionales se describe lo que sentimos, son prácticamente el único lugar donde se refleja nuestra realidad. Lo que estamos buscando viene definido en algún guion y no podemos abandonarlo ahora que la situación ha mejorado un poco. ¡Vivamos la vida como en una película! Las salas alternativas son la primera respuesta para ampliar nuestro espectro.

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