Las apariencias engañan
PAULA OLVERA-El Teatro La Latina ha comenzado el curso a lo grande con “Una rubia muy legal, el musical”. Tras su paso por Broadway (Nueva York) e Italia, ha desembarcado con éxito en Madrid esta superproducción para la que más de 1200 personas enviaron su candidatura con la ilusión de formar parte de una historia que está basada en el libro autobiográfico escrito por Amanda Brown y que, por supuesto, también nos retrotrae a la película de la Metro-Goldwyn-Mayer protagonizada por Reese Witherspoon en 2001. Ya a principios de la década el largometraje se convirtió en un manifiesto feminista que sobre las tablas cobra un mayor sentido con una Elle Woods encarnada esta vez por Lucía Ambrosini que demuestra que las apariencias engañan siguiendo su instinto y luchando por ser la primera de su promoción.
En
enero de 2007 se estrenó por primera vez en San Francisco (California) la
adaptación teatral de la conocida cinta dirigida por Robert Luketic. Si
bien es cierto que ha tardado unos cuantos años en desarrollarse en España, la
espera ha merecido la pena pues en el camino ha recibido numerosos galardones
internacionales como el Premio Oliver al mejor nuevo musical en el West End (Londres).
La
historia de base es buena abordando la superación personal con
la protagonista matriculándose en la Facultad de Derecho para intentar
demostrar a su expareja lo que se ha perdido al no pedirle matrimonio por considerarla
aparentemente frívola y tonta. De esta manera, se plasma sobre las tablas con
ocurrencia la importancia de perseguir los sueños y de romper los clichés
establecidos. Un detalle que se aprecia especialmente cuando Elle empieza a
creer en sí misma y a reconocer sus habilidades. Eso sí, hay partes de la
historia original que se han expuesto muy rápido y se entienden regular. En
este marco, se podría haber profundizado más en el instante en que la joven
rubia acude con su amiga a pedirle el perro a su exnovio para reflejar más
claramente el poder de la sororidad. De igual manera, en la película se hace mucho
más hincapié en que, al final, Vivian, interpretada aquí por Flor Lopardo, no
es tan mala como parece y que las mujeres se apoyan entre ellas.
Asimismo, por mucho que la narración sea mayoritariamente
cantada, como las canciones escritas por Laurence O'keefe y Nell Benjamin no
son conocidas se hacen un poco pesadas (e incluso la del juicio para discernir
si un personaje es gay o italiano en la actualidad se puede tachar de racista y
homófoba o al menos de obsoleta) y no ayudan a disfrutar completamente de la
función. Por hacer una comparativa, he visto a una amplia mayoría de
espectadores corear los temas de “Mamma Mía! El musical" que actualmente
representa su segunda temporada en el Teatro Rialto mientras que en “Una rubia
muy legal, el musical” se sienten muchas letras de relleno. De hecho, no termino de comprender la puesta en
escena de las amigas de Elle a modo de musas griegas, que por cierto por
momentos perrean, más bien me recuerdan a las deidades que aparecen en la película
de “Hércules” donde sí pega más porque se habla de un personaje mitológico.
A este apunte hay que sumar que, a veces, los diálogos
cantados son más complejos de seguir y, como sugerencia, quizás hubiera estado
bien hacer más cercana la adaptación al público. ¿Os imagináis a la protagonista
siendo andaluza? La mayoría de los asistentes seguramente han ubicado la
Universidad de Harvard en la ciudad de Cambridge, estado de Massachusetts, porque
tiene prestigio y porque también hay españoles que han estudiado ahí, pero como impresión personal queda distante que el
resto del contexto suene tan lejano.
En cuanto al elenco, Lucía Ambrosini saca su garra
para asumir el papel principal, pero las comparaciones son odiosas y, en este
caso, es complicado que el público no eche en falta a Reese Witherspoon. Además,
la peluca que lleva me parece muy artificial, quizás habría quedado más natural
si ella se tiñe el pelo. No obstante, hay una actriz que se gana el aplauso más
sincero y es la que interpreta a la carismática estilista Paulette, Maia
Contreras, así como Íñigo Etayo con su tierno papel de Emmett. Igualmente me alegra que el cantante Ricky
Merino se haya hecho un hueco en la escena de los musicales. Hace algunos
meses aplaudí su trabajo como Sam en “Ghost, el musical” y ahora en “Una rubia
muy legal, el musical” también me ha convencido como Warner. Claro que las
verdaderas estrellas del musical son los dos perros que aparecen sobre el
escenario en momentos puntuales (menos mal), pero muy sentidos. La chihuahua
principal, que se asemeja a Bruiser, se llama Olivia (podéis seguirla en la
cuenta de Instagram @olivialaperraca).
El
punto fuerte de esta producción de Music Theatre International (MTi) y Teatro
La Latina es la impresionante puesta en escena con un colorido escenario y sus
respectivos cambios de decorado que además de gustarme me
han resultado muy originales, sobre todo cuando se combina con las explosivas coreografías.
Solo me chirría la escena del baño hacia el final de la representación porque
no tiene mucho sentido que se realice un juicio en un retrete.
En resumen, “Una rubia muy legal, el musical”, que por
cierto tiene una duración 150 minutos con descanso, es una representación viva y
brillante. Una superproducción para todos los públicos con mucho ritmo,
inspiradora, ingeniosa, animada y extravagante que, ante todo, se convierte en el tributo definitivo de
Broadway al poder femenino con un mensaje la mar de empoderado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario