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viernes, 29 de septiembre de 2023

Crítica: obra “La función que sale mal”

El show siempre debe continuar, sin importar que todo se esté cayendo, literalmente, a pedazos

RAQUEL MORENO- Como diría el añorado Freddie Mercury en la famosa canción “Show must go on” que la función nunca se detenga por muchos contratiempos que se crucen en el camino. Normalmente esta es una máxima en el mundo del espectáculo, ya bien sea en el de la música como bien sabía el cantante de Queen, o en el teatro, donde las circunstancias del directo pueden provocar que surja algún que otro imprevisto. Pero es que en “La función que sale mal”, asistiréis a una serie de catastróficas desdichas que ni en la propia historia original que lleva esa frase por nombre, podrían imaginar. No es que algo se tuerza, es que directamente nada está enderezado, literal y figuradamente. Para disfrutar de esta curiosa y original obra debéis ir al Teatro Amaya donde se representa hasta el 4 de noviembre.

Dice mucho de este texto teatral, ganador del Premio Olivier en 2015, que vaya ya por su cuarta temporada de éxito en Madrid. Son más de 8 millones de personas las que han disfrutado de la comedia en más de los 30 países en los que se ha estrenado desde su primera función en el West End de Londres en el 2012. Y es que, todo aquel que le apetezca reír a carcajada limpia, no se arrepentirá si elige darle una oportunidad a “La función que sale mal” pues, aunque os podáis hacer una idea de por dónde van los tiros, os sorprenderá para bien. Llegaréis incluso en varias ocasiones a aplaudir la pericia de los actores y hasta yo misma pienso lo difícil que tiene que ser para ellos el no reírse frente a las divertidas situaciones que se suceden a su alrededor. Desde luego debe ser una parte fundamental de la actuación.

Rompiendo ya desde el principio la cuarta pared, os recomiendo que lleguéis temprano al patio de butacas puesto que hay una especie de pre-show donde unos supuestos técnicos de sonido y atrezo están ultimando los detalles del decorado. Para hacer honor al nombre de la obra, pronto empezarán a surgir los primeros inesperados inconvenientes. Debo admitir que de primeras he creído que se trataba de técnicos de verdad y no de actores haciendo de técnicos. Atentos al objeto que ha perdido uno de ellos, conseguirá arrancar las primeras risas en la sala. Jocoso y entrañable. Quedaos además con el detalle pues tendrá su protagonismo más adelante.

Una vez da comienzo la obra teatral que se representa en “La función que sale mal”, un presentador habla directamente al público para informar que es el estreno en primicia de la historia de la que vamos a ser testigos, que la han ensayado mucho y que esperan que todo salga a pedir de boca, irónicamente claro. Se trata por tanto de metateatro, el teatro dentro del teatro, al ser unos actores que realizan un papel de actor que a su vez tienen un rol específico dentro de su obra. Así, nos convertimos en un público que va a ver “Asesinato en la mansión Hammersford”, un texto al más puro estilo Agatha Christie o Sherlock Holmes por citar dos de las novelas policiacas más famosas del género de misterio, a las que sin duda homenajea a la par que satiriza seguramente por seguir siempre la misma estructura.


Se nos van presentando entonces a los distintos sujetos de esta función y no pasa mucho tiempo desde que los inconvenientes saltan a la vista. Una de las cosas que más gracia me hace es que los actores de esta pieza teatral (no los de verdad, si no sus personajes) no paran de saltarse los gestos que se supone que son acordes con las frases que dicen, o los sentimientos que tienen que mostrar. Esto sucede a veces porque la situación en sí misma lo pone realmente difícil, bien por el atrezo, por equivocaciones de sus compañeros de escena o porque directamente los actores de esa obra son divertidamente nefastos. No perdáis de vista al muerto que origina el conflicto de la historia, o al hermano de este, que rompe una y otra vez la cuarta pared al saludar directamente al público en varias ocasiones. Para mí el mejor personaje de todos. 

En lo que respecta a los actores de verdad debo realizar un par de apuntes. El primero tiene relación con la modulación y el uso de la voz y la gran importancia que tiene dentro de la actuación. Una vez leí que era el 50% del peso de un buen intérprete y qué razón tienen. En este apartado el que más destaca es el actor que representa al mejor amigo del asesinado y hermano de su prometida (como no, todo este tipo de relatos siempre tiene un componente de culebrón rocambolesco), pues utiliza un tono muy adecuado para este estilo de historias de intriga, dándole ese toque un poco forzado, pero con mucho aplomo.

Por otro lado, tengo que decir que la actriz que hace de técnico primero y que luego, tras diversas adversidades, poseerá un papel más importante, borda las distintas caras de su personaje, mostrándose asustada y vulnerable al principio, siendo posiblemente el rol con el que el público más se podrá identificar, y más suelta y risueña cuando se sienta cómoda con su nuevo estatus. Junto con el hermano del fallecido, son los personajes que más harán reír a los espectadores ante su aparente espontaneidad, claramente planificada en el verdadero guion de “La función que sale mal” ¡La gran magia del teatro amigos!

Además, esta actriz tendrá también uno de los momentos más sorprendentes de la obra, algo arriesgada para un directo, pues tiene que estar todo muy medido, pero que dejará al público con la boca abierta ante tal hazaña de la talla de una de las escenas del cine clásico más recodadas por todos: la de Buster Keaton en “El héroe del río” y hasta aquí puedo leer. Nuevamente el atrezo tendrá gran protagonismo cuando una tarima se quede suspendida en el aire, con varios actores y diferentes tipos de muebles encima de ella. De forma casi coreográfica y magistral, aquello rozará la línea de acabar en desgracia, aunque cuando se trasmite la sensación de inestable seguridad generará una situación desternillantemente divertida.

En definitiva, se trata de una escenografía muy bien montada, pensada y medida al milímetro, siendo una protagonista más de “La función que sale mal”. Por poner un par de pegas, porque siempre todo es mejorable, diría que hay algunas partes que están un poco desequilibradas en cuanto al peso de la acción, con ciertos puntos muertos de silencios algo largos y otros en los que suceden demasiadas cosas a la vez que, si pestañeas, te los pierdes. Sin duda, esto hará las delicias del espectador más exigente, pero a cambio conseguirá que el que ande un poco despistado, se pierda en alguna que otra ocasión. Por otra parte, el final me parece algo caótico, muy al puro estilo Alex de la Iglesia, donde en la conclusión de sus películas todo salta por los aires. Por cierto, como última recomendación: no os olvidéis averiguar quién es el asesino de la obra, porque, para eso hemos venido ¿no?

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