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jueves, 10 de agosto de 2023

Crítica: zarzuela “La verbena de la Paloma”

La verbena de la Paloma llega al Teatro EDP Gran Vía más festiva que nunca

MARÍA BRAVO- Todavía no se ha subido el telón, y un niño vendedor de periódicos hace su aparición entre las butacas del Teatro EDP Gran Vía para ofrecernos la prensa del día a voz en grito. Enseguida dos chulapos quieren leer, comentando las noticias más importantes del momento, pero el menor es el que les advierte del acontecimiento del año: ¡ya es 14 de agosto, y la verbena de la Paloma inunda las calles de Madrid! Del 8 al 20 de agosto, la Compañía Lírica Luis Fernández de Sevilla nos trae la verbena de la Paloma en unas fechas veraniegas muy señaladas, coincidiendo con las fiestas de la Paloma. Se presenta así un gran espectáculo de grandes actuaciones y voces (tenores, barítonos, sopranos, etc.). Todo ello bajo la dirección musical de César Belda y la dirección de escena de Lorenzo Moncloa.

La zarzuela de género chico explota en nuestros sentidos desde el arranque de la representación: color, vestuario, decorado, escenificación, etc. La Compañía Lírica de Luis Fernández de Sevilla sabe conjugar a la perfección este libreto que Ricardo de la Vega escribió basándose en los hechos reales de la época, y que César Belda (dirección musical), Nieves Fernández de Sevilla (coordinación) y Lorenzo Moncloa (dirección de escena) han sabido trasladar a la actualidad de una manera impecable. Estamos ante un teatro por horas que se implantó durante la Restauración y tuvo el apoyo de Benito Pérez Galdós para llegar a más personas, ¡y que todavía hoy lo podemos disfrutar!

La acción de un solo acto se desarrolla en un Madrid castizo de finales del siglo XIX durante la festividad de la Virgen de la Paloma. Míticos personajes como don Hilarión, el boticario, Rita o Julián, embriagado de celos por su novia Susana, quien se quiere emparejar con el boticario, aunque a este le viene bien también su hermana Casta, o la desvergonzada y esperpéntica Antonia, nos muestran qué sucedió aquella noche de verbena, junto a un elenco que engrosa las calles de la villa. El chulapo castizo con chaqueta corta, bombín y gorrilla se pasea, se contonea sobre el escenario y nos acoge con su peculiar acento madrileño. Y las mujeres con faldas largas ceñidas, con vuelos y volantes, con sus mantones de manila, de seda, con largos flecos y bordados coloridos, que en sus cabezas lucen pañuelos blancos con el característico clavel coronando todo el conjunto, nos llevan a la plaza para contarnos cómo se sucedieron los hechos aquella noche de estío del 14 de agosto.

El decorado es otro fuerte en esta zarzuela. Nada más subirse el telón, aparece una plaza de la villa con múltiples fachadas, un café y una botica. La iluminación, acogedora y ambarina, cobija a los personajes en la noche de la verbena, con sus chascarrillos y trifulcas. El humor también está presente incluso cuando se originan los encuentros más tensos. Hay momentos inolvidables, como la actuación entre don Hilarión y don Sebastián, las peleas que tiene Antonia con Julián, o los jugadores de cartas.

Y es que es fácil suponer porqué esta obra es la más taquillera del repertorio lírico español. La música que compuso Tomás Bretón sigue creando expectación más de un siglo después, con grandes números musicales. No obstante, la compañía ha incorporado otros números actuales para conectar con el público. ¡Y vaya si lo consigue! Uno de los atractivos de la zarzuela de esta compañía es cuando Casta habla con los espectadores mientras nos cuenta, en tono de humor, su historia con los hombres. Pero, no contenta con eso, escoge a voluntarios para bailar sobre el escenario con chulapas y chulapos. ¡Ahora ya pueden decir que han actuado en el EDP Gran Vía!

Desde que en 1894 se estrenase en el Teatro Apolo de Madrid esta verbena subtitulada “El boticario y las chulapas y celos reprimidos”, ha formado parte de la cultura popular, y durante catorce años la hemos visto en el Teatro Gran Vía de Madrid. Por algo será.


No os lo perdáis, las risas están aseguradas, y, casi sin quererlo, vuestros pies se moverán al ritmo de la música. La zarzuela es divertida, la zarzuela es graciosa. Ojalá los jóvenes se acercasen a verla cogidos del brazo de los adultos, por supuesto, como auténticos madrileños castizos de finales del siglo XIX. 

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