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martes, 6 de junio de 2023

Crónica: Balloon Museum

Diálogo con el aire

PAULA OLVERA- Desde el pasado mes de marzo, Instagram se ha llenado de imágenes muy pintorescas tomadas en Balloon Museum. Este museo ubicado en el Escenario Puerta del Ángel, en el Recinto Ferial de la Casa de Campo, acoge la primera muestra dedicada al arte inflable en la que numerosos artistas centran sus obras en el aire como elemento tangible de construcción capaz de estimular a todos los públicos y crear atmosferas dotadas de una innegable personalidad. Desde el inicio del recorrido, Pop Air se concibe como una exhibición dinámica e interactiva, toda una experiencia nueva e inesperada para los cinco sentidos que consigue que cada asistente de rienda suelta a su imaginación y dispare su ingenio pues de vosotros depende tomaros la mejor fotografía de vuestra vida.

En esta era del postureo han proliferado los escenarios más extravagantes para posar como Ikono Madrid, Sweet Space o el Museo de las ilusiones así que Balloon Museum tenía complicado marcar la diferencia. Sin embargo, se ha obrado el milagro pues esta exposición logra que los asistentes se encuentren en el centro de un nuevo modo de participación en el que solo importa vivir en el aquí y el ahora. Si bien el acceso al recinto puede resultar un tanto confuso porque no hay una señalización clara, un séquito de monstruos de colores inflables marca el punto de partida de un recorrido que está concebido como un itinerario único que nos va presentando diferentes tipos de obras.

Una vez que comienzas la visita lo primero que llama la atención es que los miembros del personal de Balloon Museum, atentos y dispuestos por todas las instalaciones, entreguen a cada asistente unos cubrezapatos desechables e inviten a devolver un paraguas dispuesto para los días de lluvia o de calor extremo al término de una alfombra que te hace sentir en Hollywood. Cuando todavía te preguntas por qué tienes que calzarte estos patucos, te encuentras en el centro de una experiencia inmersiva en un espacio bastante reducido rodeado por multitud de globos. Aunque reconozco que esta interpretación digital del arte hinchable marea, también es verdad que provoca muchas otras sensaciones como la ingravidez logrando que, por unos instantes, el entorno no tenga límites espaciales.

Ahora bien, la sorpresa es mayúscula cuando nos adentramos a continuación es una especie de tribu mística de personajes por los que podemos orbitar al son de una música muy minimalista que está sincronizada con la luz y el movimiento (fijaros que los ojos LED de los protagonistas parpadean) creando un efecto hipnótico. No obstante, la joya de la corona que verdaderamente transporta a los asistentes a una dimensión onírica y les convierte en parte integral de la obra es el Hypercosmo que se descubre tras atravesar un pasillo con luces rojas que bien podría convertirse en escenario de un largometraje. En esta ocasión, conviene dejar las pertenencias guardadas para sumergirse literalmente en una piscina de bolas donde los más pequeños continuarán con sus habituales juegos mientras que los adultos se embriagarán con la performance que marca el corazón de esta sala, acompasada por la presencia de luces estroboscópicas que, dicho sea de paso, no son recomendables para quienes sufren crisis epilépticas o padecimientos de equilibrio y estabilidad.



La calma llega al cruzar una tormenta de diminutas pompas de jabón que nos recuerda la magia de los instantes fugaces y que nos encamina a una figura inflable gigante hecha de nailon que emula a una persona real durmiendo. En esta línea tan original, Balloon Museum también alberga una obra que cobra vida gracias al pedaleo de cada visitante, siendo capaz cualquiera de generar un haz de luz en forma de árbol. En este contexto, cada detalle en esta suerte de museo está tan cuidado que lo que podría convertirse en una experiencia más en un columpio aquí se engrandece. Ya lo descubriréis con vuestros propios ojos.

El encanto de Balloon Museum, y por lo que realmente merece la pena pagar una entrada, es que la emoción no decae en ningún momento pues siempre hay algo que te parece curioso como por ejemplo los ginjos. Y es que estos personajes de diferentes formas y colores son muy llamativos. Tanto como la melodía que se escucha de fondo.

Entre tantas obras interactivas y digitales tampoco podía faltar una sala dedicada a profundizar en la historia del arte inflable y otra repleta de gafas de realidad virtual, es decir, de dispositivos de visualización de entornos virtuales en tres dimensiones con una proyección que, ya os adelanto, no os dejará indiferente. De todas maneras, aunque he resumido las principales obras, prefiero guardarme el secreto del final del recorrido donde podréis ciertamente convertiros en los directores de vuestra experiencia e, incluso, inmortalizar el plan comprando algún artículo de la tienda de recuerdos o tomando algo en la cafetería, aunque, ya aviso, se encare el precio total.

En definitiva, acudir a Balloon Museum divierte, enriquece y te permite crear unas interacciones y conexiones con el aire que te hacen reflexionar una vez abandones el recinto. Porque, sin duda, el mayor atractivo de este tipo de museos modernos es que puedes tocar las obras y sentirlas de diferentes formas pues apelan a los cinco sentidos y no a la vista en exclusiva, estimulando la mente.

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