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viernes, 20 de agosto de 2021

Crónica: Ikono Madrid

Una experiencia muy visual para inmortalizar momentos inigualables

PAULA OLVERA- Cada vez afloran más eventos dedicados a escenarios fotografiables donde  sentirnos como verdaderos influencers. Dentro de este ámbito Ikono sin duda ha sabido dar en el clavo creando un espacio inmersivo para los sentidos. Por supuesto, dotando de especial importancia a los elementos que atrapan la vista, pero sin dejar de lado el tacto o el olfato lo que le hace destacar frente a sus competidores. En este recorrido de aproximadamente una hora (depende del tiempo que os entretengáis), podréis evadiros del mundo exterior sumergiéndoos en distintas salas, cada cual más embriagadora que la anterior. Una apuesta para niños y mayores, que gustará por igual, bien sea por el placer de disfrutar de un rato diferente o por conseguir la instantánea más original. Os espera en la calle de Sánchez Bustillo, 7, frente al Museo Reina Sofía.

Cuánto había escuchado hablar de Ikono y, sobre todo, cuántas publicaciones -a cada cual más original- me he tragado en Instagram. Ahora puedo decir con conocimiento de causa que esta galería de arte tiene un encanto y un gusto especial. Mi experiencia aquí hay sido muy satisfactoria, también porque creo que acudir acompañada a este encuentro es un acierto para pasar un rato divertido aunque el personal me ha resultado súper amable y atento por si en un futuro me animo a repetir el recorrido en solitario.

Indubitablemente para que la experiencia resulte envolvente e inolvidable es conveniente que el público se deje llevar y pierda el sentido del ridículo. Porque las instalaciones son estéticamente preciosas pero para sentir las emociones más intensas hay que poner de nuestra parte y dejarse embriagar ya desde la entrada por sus tonos brillantes y sus letras luminosas.

Seguro que más de uno se estará preguntando cuáles son las diferentes temáticas que conforman los decorados repartidos en tres plantas. Pues bien, solo los más curiosos pueden seguir leyendo mientras que los demás es mejor que directamente compréis la entrada para descubrir por vosotros mismos el magnetismo que impera en este lugar en el que unas cortinas de papel fino brillantes, junto a otras de colorines chillones, dan inicio a la aventura. Como si de la entrada de una fiesta se tratara, tras ella aguarda la primera de las divertidas estancias: una enorme piscina de bolas que se puede disfrutar sin prohibiciones en la edad adulta. Cuidado, pues una vez entréis en ella no será fácil salir por lo que las risas están más que aseguradas. Saber nadar en esta ocasión no os salvará de algún que otro resbalón que dará lugar a más de una fotografía anecdótica. Además, en este primer lugar estaréis solos (debido a las medidas de seguridad e higiene implementadas por la crisis del coronavirus) por lo que no habrá peligro de chocarse con nadie que no sea de plástico y azul, lo cual es todo un puntazo.

Cuando consigáis escapar de la piscina de bolas, una bonita escalera (los lugares de paso a veces son los mejores escenarios para inmortalizar), que no dejará indiferente a nadie, os transportará hasta una sala donde el confeti es el protagonista y vosotros podréis jugar con él de todas las formas que se os ocurran. ¡Dejaos llevar por la creatividad! Un par de alas de ángel y unos sofás peculiares sacados de películas noventeras tipo la saga “Austin Power” añaden variedad y multitud de posibilidades al excéntrico lugar. No os olvidéis de los colores intensos de las paredes que también proporcionan imágenes interesantes y quizás no tan obvias ni manidas por muchos instagramers.

Los espejos, de tan potente carga simbólica, también juegan un papel fundamental en Ikono donde podemos convertirnos en espectadores de nuestra propia realidad. Unas superficies de cristal que, por cierto, no hay que perder de vista en el bosque de bambú porque nos encaminan a otra estancia que a mí personalmente me ha parecido una de las más mágicas por el juego de luces dispuesto. Y es que si algo tiene este plan son las diferentes lecturas que aportan los elementos siendo el único requisito que los visitantes hagamos nuestra e incluso transformemos la propuesta.

En este sentido, Ikono es una galería de arte que unas veces te deja sin palabras y otras te hace soltar demasiadas muletillas seguidas, por ejemplo a mí me ha pasado al bajar unas escaleras cubiertas por mini colchonetas de color rosa. A ratos, además, te provoca reacciones casi indescriptibles (ya me entenderéis cuando franqueéis otra de las habitaciones que evoca un bosque, con luces que se van apagando). En ocasiones esta experiencia sensorial hasta invita al silencio para sentirse el protagonista de "La última cena", del artista contemporáneo Ricardo Cavolo, o hasta de una cinta de Tarantino en una de las salas-a mi juicio más increíble- bañada en una atmósfera rojiza.

Con estas estancias, y alguna más que me he dejado adrede en el tintero, Ikono se erige como un lugar diferente de la capital que invita a darle al coco para conseguir unas fotografías tan únicas como el propio recinto. Si se quiere asegurar esta experiencia recomiendo hacer la reserva previa de las entradas (abre los siete días de la semana en un horario muy flexible)

Con la colaboración especial de Raquel Moreno Jiménez.

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