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martes, 12 de marzo de 2024

Crítica: Peter, El Musical

 Nunca jamás dejéis de ser un poco niños

JAIME SOTO- “No dejes nunca de soñar, solo quien sueña aprende a volar”. Con esta frase podríamos resumir tanto la esencia del personaje como la de la propia historia que escribió en 1911 James M. Barrie en su novela “Peter y Wendy”. Curiosamente, tras casi dos años de gira, realiza su estreno oficial en Madrid “Peter, El Musical” que permanecerá en el Teatro Alcázar hasta el 30 de junio. Se trata de una superproducción de Theatre Properties y Grupo Eventix. Si bien realizar una crítica podría considerarse uno de los oficios más fáciles del mundo, hacerlo con justicia y bien es más difícil. No voy a decir que he tenido un momento de regresión como el del crítico de cocina de “Ratatuille”, pero sí el mismo sentido de autocrítica por el que pasó él. Así pues, he decidido borrar todo lo escrito y comenzar de nuevo mi reseña sobre esta representación que ha sido aplaudida por más de cinco millones de espectadores.

El teatro musical es sin duda una de las cosas más difíciles que existen al tratarse del elemento escénico que aúna prácticamente todas las Bellas Artes clásicas en directo, sin posibilidad de cometer ni un margen de error en ninguna. Todos los miembros que llevan a cabo una función así merecen mi respeto. Pero es que puedo asegurar con sinceridad que en el caso de “Peter, El Musical” el equipo está sin duda a un nivel de gran excelencia.

Entonces, ¿por qué he sentido que debía repetir mi critica? La realidad es que empecé a analizar la función desde los ojos de un adulto y no los de un niño. Con esto no pretendo decir que la obra sea exclusivamente para los críos, creo que puede ser disfrutado en familia tanto por grandes y pequeños, pero me olvidé de lo que James M. Barrie nos pedía que hiciéramos: durante el tiempo que dure la obra, tenemos que creer. Volvernos un poco niños y dejar que nos lleven al País de Nunca Jamás.

Ya desde los orígenes, el cuento nació en forma de una obra teatral, que posteriormente el escritor convirtió en la novela que conocemos. James M. B. sentía que esta era una historia que debía ser contada al público en directo. Tras tantos años de adaptaciones no podemos esperar algo diferente a lo ya visto en otros musicales o versiones a lo largo del mundo. Pero es muy probable que esta sea la que a nivel técnico más se permita lucir la narración en sí.

Desde los años 20 (de 1920, ya empezamos a tener que acotar esto), el propio escritor consideró que la novela “Peter y Wendy” era para los niños, cuando decidió que todos los derechos de la misma se destinarían al hospital infantil Great Ormond Street Hospital de Londres. Renunciando así a cualquier compensación millonaria que le habría reportado esta obra. Y aquí está la clave, la historia es para los más pequeños, pero no necesariamente está dirigida a ellos en exclusiva.

Con todo esto claro, vamos a hablar del musical en sí. La obra representa con mucha fidelidad el cuento clásico permitiéndose algunos guiños a las versiones cinematográficas (especialmente me ha gustado la referencia de “yo creo, sí creo, yo creo en las hadas” que en la obra original consistía en aplausos por los creyentes), pero sin alejarse de la esencia de la novela en ningún momento.

Tal vez esto sea uno de los elementos que como adulto me ha fallado. No encontrarme con grandes sorpresas. Aunque lo cierto es que se han producido un par de momentos amenizados por Jesús Lara, el actor y personaje del pirata Smee, que siento que refrescan mucho la obra. Las canciones y coreografías son bastante variadas, y es aquí donde creo que está lo que les diferencia. Ofrecen varios números musicales con diferentes estilos que te rememoran a temas conocidos, logrando que cada uno se sienta único en su propio aspecto. Un contraste cuanto menos curioso. Y eso sí que va por gustos. A mí me encanta el rock de la canción de los piratas, como no podía ser de otra forma tenía que ser ese su estilo musical sí o sí

Por poner alguna pega, bajo mi punto de vista, el primer acto en la habitación de la familia Darling adolece de un bajón de ritmo en los diálogos, y alguna canción se siente especialmente larga. Pero es verdad que, con el segundo acto y con la llegada de los piratas, los niños perdidos y los indios, la historia mejora considerablemente.

El reparto, junto con la escenografía, es sin duda lo mejor de “Peter, El Musical”. La profesionalidad e interpretación de cada uno de ellos se ve aumentada gracias a los colores del escenario y el equipo de luces y sonido. Especial mención me gustaría hacer a Carlos J. Benito, consagrado actor del mundo teatral que interpreta aquí al capitán Garfio, y a Àngels Jiménez que, aun teniendo un papel mucho más pequeño como el de Miss Darling, logra aportar toda su fuerza vocal e interpretativa con su personaje de narradora.

El papel de Peter Pan lo he podido disfrutar de la mano de la propia directora artística Silvia Villaú, en su última interpretación del personaje tras más de 16 años haciéndolo. Me quito el sombrero ante tal hazaña y solo le deseo lo mejor tanto a ella como a su sucesora. Siento que le ha dejado el listón muy alto con semejante actuación, no obstante, estoy convencido que será igual de talentosa.

Preparándome para la crítica he rescatado mi libro “Peter y Wendy” y he releído una de las partes más importantes que me han llevado a reescribir todo esto. Adultos, va por vosotros, el autor nos quería decir algo. Consideraré que quien me está leyendo conoce de sobra la historia, para que no me tilden hacer spoilers. Se trata del momento que Garfio en un acto shakespiriano envenena la medicina de Peter y es Campanilla la que, en un gesto altruista, se la toma para evitarle la muerte: Campanilla le comenta que existe una forma de salvarse, y es que cada niño que sueñe con Nunca Jamás aplauda. “Algunos lo hacen. Otros no. Y otros bufan”. Nunca seamos el que bufa. No durante la obra. Y seamos el que sueña, el que aún tiene a su niño interior dentro, al menos hasta abandonar el teatro.

Ese es el motivo y el corazón de la historia de Peter Pan. Luego creceremos, lo sabemos todos. Al salir por la taquilla seremos los adultos de siempre. Pero durante ese rato que dure el musical, no. Uno de los momentos más bonitos para mí de la obra original, que se refleja en la versión de Disney, es ese que ocurre al final de la historia. George Darling, el padre serio y gruñón, de la mano de sus hijos y su esposa que tiran con apremio de él, le señalan desde la ventana el barco de Garfio que cruza el cielo estrellado. Ahí, recupera brevemente su memoria del niño perdido que fue, para exclamar: Una vez vi ese mismo barco, cuando era un niño”. Así pues, recordad. Y volveos un poco niños durante “Peter, El Musical”. Una gran forma de acercar al teatro musical a los más pequeños y disfrutarlo en familia.

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