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miércoles, 8 de diciembre de 2021

Crítica: obra “Vulva”

El retrato de una sociedad machista corrompida por el sistema y el heteropatriarcado

RAQUEL MORENO-Es triste darte cuenta de que en pleno siglo XXI todavía sigan pasando cosas más propias de épocas pasadas, situaciones que deberían haberse extinguido hace mucho tiempo y que, desgraciadamente, suceden más a menudo de lo que muchos podríamos creer. La obra "Vulva", basada en hechos reales, pone de manifiesto cómo un gesto aparentemente desenfadado puede arruinar la vida de una persona inocente. Y cómo está sociedad, machista y retrograda, le echa la culpa a la víctima en vez de mirarse a sí misma y cambiar la visión del mundo en el que vivimos, con una ética políticamente correcta de puertas para fuera pero moralmente puritana, hipócrita y podrida en las capas interiores. Esta función permanecerá hasta el 12 de diciembre en la Sala Mirador.

La trama de “Vulva” sigue a Lucía, una profesora de colegio que nota cómo sus compañeros de trabajo y los padres de los niños a los que da clase la miran de reojo a la par que cuchichean mientras ella se pregunta qué le pasa a todo el mundo. No tardará mucho en enterarse por los que a priori eran sus amigos en la escuela que ha salido a la luz un vídeo suyo masturbándose. Y es que el compañero de trabajo con el que se lío cuando su marido y ella se separaron, despechado tras su ruptura después de que la protagonista volviese con su esposo, ha decidido mandarlo al grupo de unos amigos para echarse unas risas. Sin aparente maldad, pero sin tener en cuenta para nada las fatales consecuencias de ese pequeño acto para él que cambiará radicalmente la vida de ella para siempre.

"Vulva" retrata desde el punto de vista de los prejuicios cómo vamos generando una presión social hacia las personas que, lejos de hacer algo malo, realizan una escena íntima. Una qué además nunca debió ser pública y mucho menos sin el consentimiento de la protagonista. Porque sí, es ella, nosotras, las que nos vemos abocadas a este tipo de situaciones y el género importa y tiene mucho que ver.

Desde luego llama la atención el nombre de la obra, pero no podría estar mejor elegido dado que la mayoría de la gente confunde vagina con vulva. Esta representación con cierto tono jovial se encarga de aclarar que lo que conocemos normalmente como vagina es la vulva y que la vagina en sí es el interior del órgano sexual femenino por lo que no se ve a simple vista. El dato es más importante de lo que parece puesto que en casi todas las construcciones en las que se utiliza se está haciendo un uso equivocado de ella. Y ya podrían haberlo explicado mejor en el colegio, donde correspondía aprenderlo de forma correcta.

Aunque es cierto que el guion contiene tintes cómicos, sobre todo al inicio de la historia, conforme avanza la trama se va tornando más seria, como un texto de esta complejidad merece. No en vano el humor inicial ayuda al espectador a que congenie mejor con los personajes y sus primeras impresiones. Seguramente a todos nos impresionaría enterarnos de que el vídeo sexual de algún conocido se ha filtrado dada nuestra educación heteropatriarcal católica que nos conduce a pensar, primero, que todo lo relacionado con el sexo es malo y más aún si proviene de una mujer. El chisme en este país es ley de vida, se expande como la pólvora y no va a ser tan fácil controlar eso, ahora bien, el problema mayor a mi parecer es juzgar a la víctima y hasta verla con distintos ojos. ¿Acaso esa persona no sigue siendo exactamente la misma que ya conocíamos y tratábamos? 

Mención aparte merece lo impune que pasa el verdadero culpable de este suceso, el que decide sacar a la luz un vídeo personal e íntimo y cómo el círculo cercano no centra sobre él su irá y reprimenda. Curioso sería el caso contrario de que una mujer publicase un vídeo sexual de un hombre, dado que pasaría desapercibido y no llegaría la sangre al río porque de nuevo sí, importa y mucho el género.

Pero volviendo a un tema que ya mencioné antes, es más que evidente que la clave está en la educación: hay que enseñar a los niños desde bien pequeños que no se debe ni compartir ni publicar intimidades de otras personas por muy enfadadas qué se esté con ellas. Hay que enseñar a las niñas que no deben esconder su sexualidad ni avergonzarse de ella y, sobre todo, hay que subrayar que no debemos juzgar estos vídeos ni mucho menos atacar a la víctima. Y aunque la solución pueda parecer no mandar ese tipo de contenido audiovisual, la verdadera solución pasa por un cambio de mentalidad radical: el sexo femenino debe dejar de ser un tabú.

La obra escrita por Irene Herrero Miguel es más que recomendable para todas aquellas personas volcadas con el tema y para otras que quieran conocer más a fondo la, a veces, perversa mente humana. Una historia atrevida, brava y valiente a partes iguales, cruda por momentos, que pone la piel de gallina y remueve conciencias. Nos hace pensar y replantearnos la discutible ética de esta sociedad machista en la que vivimos y en la que, desde luego, nadie está libre de pecados ni es digno de juzgar al prójimo. Puede que estemos a tiempo de cambiar, aunque, cuanto más tardemos, más vidas se perderán por el camino.


Y es posible que el feminismo de un tiempo a esta parte haya dado pasos agigantados, pero no nos engañemos, mientras sigan sucediendo este tipo de casos aún nos quedará mucho por recorrer, por lo menos, hasta que en los temarios de los libros aparezca la palabra vulva.

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