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lunes, 10 de julio de 2023

Crítica: ballet “El lago de los cisnes”

El ballet de “El lago de los cisnes”, una fuerza indiscutible entre el bien y el mal en el Teatro EDP Gran Vía

MARÍA BRAVO- Un cuento de hadas, un malvado hechizo y un cuerpo de baile difícil de superar de la mano del Ballet de Camagüey de Cuba. El Teatro EDP Gran Vía acoge desde el pasado 5 de julio y hasta el próximo 6 de agosto una de las obras musicales más reconocidas de Chaikovski (reconocido por componer música para otros ballets como “El cascanueces” o “La bella durmiente”). La primera obra de ballet del compositor ruso se estrenó en el Teatro Bolshói, en Rusia, en 1877, y todavía hoy se sigue representando con la misma fuerza. Cabe destacar el gran trabajo de la directora de la compañía, Regina Balaguer y de los bailarines principales: Yanni García (Príncipe Sigfrido), Rosa María Rodríguez Armengol (Primera bailarina- cisne blanco) y Shirley Suárez (Primera solista- cisne negro).

En este ballet, conocemos a Odette que recibe un hechizo del malvado brujo Von Rothbart para convertirla en cisne por negarse a convertirse en su esposa. El destino quiere que el príncipe Sigfrido se encuentre con el bello cisne. Ella le narra su maldición y el príncipe promete vengarse. Solo el amor verdadero puede deshacer el hechizo. No obstante, el brujo usa uno de sus trucos para enviar a una doble de Odette, llamada Odile, al baile del palacio. El príncipe no se percata y la presenta como su prometida, rompiendo así la promesa de amor eterno. Le han engañado. Pero no todo está perdido, el príncipe lucha contra el brujo hasta derrotarlo y liberar a Odette del maleficio.

“El lago de los cisnes” nació de una interpretación casera, donde las hermanas de Chaikovski interpretaron a los cisnes y su hermano fue el príncipe, en una obra estructurada en cuatro actos. Se basó en el cuento alemán “El velo robado”, de Johan Karl August. No obstante, cuando se estrenó la representación, no pensemos que tuvo tanta repercusión, ya que comenzó con una producción muy pobre y no fue bien aceptada por el público. El éxito llegaría en 1895, de la mano de la famosa bailarina Marius Petipa y Lev Ivanov. La Rusia imperial ya tenía su obra emblemática, de hecho, se emitía por la televisión cuando fallecía algún líder político. Era un símbolo nacional.

Han pasado 150 años de su estreno, y hoy en día lo recibimos con otras connotaciones: cultura, ejercicio, fuerza, fantasía, belleza, espectáculo, un baile constante de bailarinas, donde el conflicto entre el bien y el mal está presente. La obra sigue emocionando, y más si viene de la mano del Ballet de Camagüey de Cuba.

En el Ballet de Camagüey, fundado por Fernando Alonso, destacan bailarines como Harold Rafael Báez, Shirley Suárez, Rosa María Rodríguez Armengol y Yanni García quienes, junto con el coreógrafo Rafael Saladrigas, han conseguido crear una obra con un estilo propio con la metodología de la escuela cubana. Y no nos extraña que se muestren estas pinceladas propias de la compañía ya que Cuba es uno de los lugares más importantes del ballet, así que no podía ser de otra manera que nos ofrecieran un avance en la Casa de América de Madrid.

Una puesta en escena impecable desde la apertura del opus 20 de Chaikovski. Tutús y corpiños se despliegan entre plumas agitadas con una técnica, compenetración, simetría y expresividad por parte elenco que os harán sentir en vuestra butaca. Un consejo, merece la pena comprar una entrada en las primeras filas del teatro. ¿Por qué? En el ballet hay que fijarse en las puntas, en cómo clavan cada uno de los movimientos. Luego, la mirada sube por las piernas estiradas y todo fluye hasta las diademas aladas.

Los bailarines, treinta y dos en total, actúan como un bloque fluido donde el ánimo se agita con violencia. Así, os aseguro que disfrutaréis del ballet en todo su esplendor. Podréis ver en un eje vertical perfecto las fouettes con un pie en punta de Odette, o el grand jeté del príncipe Sigfrido, los allegros vertiginosos del bufón o la elegancia del pas de quatre cargado de arte y técnica en la icónica danza de los pequeños cisnes. Todo ello mezclado con los cuatro bailes que se realizan en palacio: la danza napolitana, la española, la húngara y la polaca.

Chaikovski todavía sigue vivo entre las butacas del Teatro EDP de la Gran Vía en el ballet más famoso del mundo, un espectáculo que se ha colado en nuestra cultura popular (cine, videojuegos, etc.) por ser el paradigma del ballet. Pasen y vean, elijan una de las butacas de las primeras filas y disfruten del espectáculo.

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