Crítica: obra “Una crónica de violencia”

¿Estáis preparados para decidir el devenir de Heracles?

Tras la magnífica “Juicio al extranjero”, la compañía InDubio nos presenta su segundo texto titulado “Una crónica de violencia” que tiene en común con su anterior trabajo la importancia que adquiere el público que participa activamente en el transcurso de los acontecimientos. Si en la anterior ocasión se basaron en la obra de Albert Camus, para su nuevo espectáculo fijan la mirada en la mitología griega, concretamente en la vida de Heracles y en la realización de sus famosos 12 trabajos. Pero no penséis que se trata de un guion desfasado, sino que le dan un toque de actualidad abordando temas como las redes sociales, los influencers o las relaciones tóxicas. Para formar parte de “Una crónica de violencia” deberéis dirigiros a la Sala Mirador donde cada función será diferente a la anterior pues los finales quedarán a merced del espectador.

Los asistentes a “Una crónica de violencia” se convertirán en dioses menores del Olimpo con la potestad de decidir el devenir de los acontecimientos. Pero que nadie se asuste, porque no es obligatorio participar y el que lo haga no tendrá que salir al escenario ni convertirse en un personaje más de la función, sino que su cometido será votar entre distintas opciones que se presentarán a lo largo de la historia. Así, podréis pertenecer al templo de Ares, Atenea o Apolo, y cada uno de ellos decidirá en qué consistirá uno de los trabajos de Heracles, protagonista de la función.

“Una crónica de violencia” nos presenta al dios mitológico Heracles, pero como si viviera hoy en día. A él le acompañan Euristeo, un influencer que se hace llamar a sí mismo justiciero informativo y el medio hermano por parte de madre de Heracles, Yolao, una especie de escudero que ayudará en la realización de los trabajos encomendados. Además, parte de la historia será narrada por Hera, diosa de las mujeres, que nos hará conocer el pasado de cada uno de los integrantes de este relato, para llegar a entender mejor sus motivaciones. Por último, Megara, la mujer de Heracles, será otro rol fundamental para el desarrollo del conflicto.

Precisamente Euristeo es el que convoca a todos los personajes junto con los dioses menores, a una reunión en el Olimpo donde comenzarán los 12 trabajos de Heracles. Allí los dioses, es decir, el público que desee participar, decidirán con su voto en qué consistirán exactamente estos trabajos, orquestados por Euristeo, quien se aprovechará de la fuerza bruta de Heracles para llevar a cabo una serie de vandalismos que irán subiendo el grado de intensidad en violencia. El influencer trata de utilizar un poder mayor para atajar ciertos males de nuestra sociedad, pero empleando la fuerza bruta, usando la violencia para parar más violencia.

Conforme avance la función descubriremos que Euristeo chantajea tanto a Heracles como a Yolao para que cedan y participen en sus propósitos y que quizá los que creíamos buenos no lo son tanto, sino que se romperá nuestra concepción del bien y del mal. Comprobaremos que a veces la línea que los separa está desdibujada puesto que la vida no es en blanco y negro si no una escala de grises difuminada y difusa. Que no todo sucede como en las películas, donde se distingue claramente al villano y a los héroes, y es que en la vida real muchas personas que aparentan ser buenas, dentro de ellas esconden una violencia inusitada que en ocasiones no son capaces de controlar.

Desde luego “Una crónica de violencia” nos plantea una serie de interrogantes éticos e insta al espectador a que se pregunte a sí mismo donde está el límite de la violencia y si el fin justifica los medios. Porque a priori todos estamos de acuerdo en que la violencia no es buena, y eso nos trasmite nuestra parte racional, pero ¿qué pasa cuando se trata de ejercer violencia para detener más violencia? Es sobre esta premisa sobre la que gira la temática de la obra que pondrá al público en una tesitura compleja y digna de ser analizada. Incluso podrá ser debatida en un coloquio que se creará en medio de la función entre los personajes/actores que romperán la cuarta pared para dirigirse a los dioses menores sin ningún tipo de tapujo, dando la palabra a todo aquel que desee expresar sus pensamientos e ideas.

Sin duda “Una crónica de violencia” aborda una materia que merece mucho la pena tratar por la cantidad de diversas opiniones que puede generar entorno a ella y aplaudo la elección del contenido, pero en cuanto a la forma hay ciertos aspectos que son mejorables como el del sonido o del atrezo. Dicho sea de paso, soy consciente de que el presupuesto de una obra modesta no se puede comparar con el de espectáculos mayores, pero considero que a veces con un poco de ingenio se puede llegar a cosas sencillas pero contundentes. Por ejemplo, en ocasiones la música de fondo está demasiado alta para entender bien los diálogos o la actriz que hace de narradora cuando habla mirando al resto de actores hace que su voz pierda fuerza y dificulta nuevamente escuchar su texto con claridad.

En lo referente al atrezo y a la escenografía, no he entendido muy bien el significado de dibujar círculos en el suelo con una especie de arena blanca. Se supone que simulan columnas para meternos mentalmente dentro del templo de Zeus, pero seguro que hay otras fórmulas mejor conseguidas que esa que sean de bajo coste y que no supongan que después los actores acaben pisando y desparramando esa arena por todo el escenario. Me parece bien utilizado el recurso del vídeo para mostrar los trabajos que va realizando Heracles, pero a veces su visión es difusa y no se termina de trasmitir qué es lo que está pasando en la pantalla. Por último, quizá recortaría la alternativa que se propone para evitar la última tarea ya que, aunque me ha hecho gracia y me ha parecido original, la escena se estira demasiado y llega a hacerse un poco pesada.

En definitiva, “Una crónica de violencia” nos muestra un asunto muy interesante, con una propuesta dinámica y fresca, que, si bien tiene que mejorar ciertos aspectos en su forma, su potencial es alto una vez pulan los pequeños errores y le saquen brillo al material, sin que llegue a eclipsar la importancia de la cuestión que llevan a la palestra. Debo destacar que me ha gustado mucho que se alterne presente con pasado con el recurso de la voz narrativa a la vez que la actriz actúa metiéndose en la piel de un personaje y que el actor de Euristeo encarna a la perfección ese rol de influencer: ingenioso, divertido y frívolo a partes iguales. Así que os recomiendo a todos descubrir esta pequeña, pero bien pensada, obra de teatro que hará reflexionar y removerá conciencias a más de uno de los allí presentes. Pero qué aburrida sería la vida si no se nos presentan retos por delante, ¿no?

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