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lunes, 18 de marzo de 2013

Crítica: obra “El amor brujo”

Tenemos entre los dedos la delicadeza y el dolor de la pasión

PAULA OLVERA- Hace un par de días, Móstoles se vestía de gala. La ocasión se tornaba importante pues los bailarines Rojas & Rodríguez actuaban en casa. Fue el sábado día 16, en torno a las 20:00 horas en una tarde-noche un tanto lluviosa. La función que se presentaba, “El amor brujo” sirvió para conmemorar el X aniversario de la inauguración del Teatro del Bosque (Móstoles), donde tuvo lugar la actuación. No obstante, dicho teatro, también contó en los días anteriores con actuaciones de danza, música y teatro, ya que esta ciudad siempre ha destacado por hacer un hueco especial a las artes escénicas.

Los momentos previos a la representación, no sólo fueron de emoción para los artistas que esperaban impacientes a pie de teatro, sino también para el público. Y es que como una espectadora más, pude comprobar el fervor que a día de hoy, sigue sintiendo el público por la música y la danza. Sin cavilar mucho, puedo afirmar que el lleno fue absoluto, y que el aplauso fue unánime de principio a fin. La gente disfrutó del reparto en su conjunto y eso se hizo notar cuando al finalizar la función, uno de los artistas madrileños lanzó un mensaje que apenas resonó en el anfiteatro debido al clamor de los espectadores.
La duración de la obra fue de aproximadamente una hora y media. En ella, se pudo observar cómo los actores contaban una historia a través de sus taconeos. El autor original de “Amor brujo” fue el compositor Manuel de Falla aunque a lo largo de los años se han hecho adaptaciones. En el escenario no faltaba un detalle: danza, música, interpretaciones teatrales… todo estaba más que ensayado para narrar una historia de amor.
No quiero desvelar el contenido exacto de la obra, porque merece la pena que la vean con sus propios ojos y que juzguen por ustedes mismos. Se podría decir que las sensaciones que transmiten son una mezcla de alivio, dolor y comprensión hacia la protagonista de la historia. Tinieblas, un inicio no muy definido, que rápidamente nos adentra al contenido de esta historia de amor hechizada. Tal y como se comentaba entre los espectadores, “El amor brujo” invita a conocer el límite del deseo. Se relata la historia de amor entre Candela y Carmelo, quien utiliza a Lucía para alejar de su amada la sombra de un amante muerto.
En el reparto, podemos destacar a Candela interpretada por Lola Greci, al espectro José representado por Carlos Rodríguez, a Gemma Morado en la piel de Lucía o a Carmelo que en realidad era Ángel Rojas. No podemos dejar pasar la oportunidad de nombrar a Antonio Canales, el bailaor que en esta obra interpreta a la pitonisa. En cuanto a la ficha artística, se puede destacar que la dirección corre a cargo de Rojas & Rodríguez, los cuales también son coreógrafos juntos a Chevi Muraday o Antonio Canales, entre otros.
Muchos desconocen que para que una obra reciba la ovación del público se necesita mucha gente fuera de tablas trabajando. Escenografía, iluminación, vestuario, sonido, ambientación, maquillaje, peluquería… todo estaba cuidado al máximo detalle. Además, en los folletos que se repartieron a la entrada del espectáculo, se dejó claro en todo momento, que la representación era un trabajo en equipo. Se partía de la dirección de escena, a cargo de Marta Carrasco, pasando por la dirección de actores dirigida por Álvaro Velasco. Y como no podía ser de otra manera, la música era original de Manuel de Falla, por lo que “El amor brujo” resonó en cada una de las esquinas del Teatro del Bosque. Los espectadores también pudieron contar con interpretaciones en directo como la de Rocío Bazán que sin duda, generaba más dramatismo en escena. Todo ello sin olvidar el acompañamiento de instrumentos como el violín (Roman Gottwald) o la batería (Pablo Martín Jones).
“El amor duele, el amor embruja, posee, mata y nace, es capaz de mostrar al mundo lo mejor y lo peor de los seres humanos que luchan como un cielo de fuegos incandescentes, de miradas y corazón y lo abandonan hecho cenizas a la espera de ser devuelto a la vida en un último aliento, cuando se está a punto de la redención, en ese paso sobre el vacio del abandono. Tenemos entre los dedos la delicadeza y el dolor de la pasión, raíces de vida que atrapan todo a su paso, se cruzan, se unen, se ahogan, se protegen como una maraña de vida y venas que palpita al ritmo de la raza y el deseo. A mí el querer me envenena”.

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