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lunes, 17 de abril de 2023

Crítica: reality “Soy Georgina”

El mejor y el peor momento de Gio

PAULA OLVERA- La segunda temporada de “Soy Georgina” se estrenó en Netflix el pasado 24 de marzo y, casi un mes después, continúa entre los títulos más populares de la plataforma. Si bien esta nueva entrega ha perdido el efecto sorpresa de la anterior, lo cierto es que nos vuelve a acercar a las múltiples facetas de Georgina Rodríguez como pareja de Cristiano Ronaldo, como madre de una familia numerosa, como amiga y, sobre todo, como modelo y empresaria de éxito. Y es que la hispano-argentina se ha erigido como un auténtico reclamo publicitario, las marcas más destacadas la quieren como embajadora y no debe extrañarnos pues su número de seguidores en Instagram crece como la espuma a cada segundo. Como aquel que dice, todo lo que toca lo convierte en oro y, nos guste más o menos, es un fenómeno del streaming.

Hasta la aparición de las redes sociales, el hermetismo sobrevolaba la vida privada de la mayoría de los famosos y resultaba prácticamente imposible conocer de primera mano sus sentimientos o sus gustos personales. Sin embargo, en los últimos años, hay quienes se han vuelto duchos en compartir publicaciones íntimas y mantenerse en permanente contacto con sus seguidores. Tomaría de ejemplo a Georgina Rodríguez, aunque la realidad es que ella ha dado un paso más con la realización de un documental sobre su vida en el que pretende mostrarse sin filtros. Si bien existe el debate a pie de calle sobre si lo ha conseguido o no después de dos temporadas, yo creo que lo verdaderamente interesante de “Soy Georgina” es que este reality show se ha erigido como un contenido ligero que a la vez da pinceladas sobre lo mucho que le puede cambiar la vida a una persona de la noche a la mañana.

Ya en la primera tanda de capítulos se exponía el cambio de la vida sencilla que llevaba al lujo que le sobrevino tras convertirse en novia de Cristiano Ronaldo. Para esta segunda temporada llama mucho la atención el instante en el que aborda el fallecimiento en abril de 2022 de su bebé Ángel, mellizo de su hija Bella Esmeralda. Que alguien con tanta influencia como Georgina pueda visibilizar la pérdida perinatal me parece muy significativo porque no se suele tratar este proceso de duelo públicamente y se pasa por alto la fase de rabia, tristeza y dolor que desencadena. Así que, para mí, que la empresaria de 29 años abra su corazón delante de las cámaras me ha parecido muy necesario y valioso pues no existe nada más real y que conecte tanto con el público que la verdad de una vivencia.

De hecho, si en esta segunda temporada Georgina conquista al público es precisamente porque se muestra muy campechana delante de los focos y exhibe un gran sentido del humor (y no solo en las tomas falsas). Es más, se concibe como una tanda de episodios de contrastes pues queda reflejado cómo atraviesa uno de los peores momentos de su vida y, a la vez, cómo se trata de uno de sus mejores años pues viaja a muchos sitios de ensueño como a Laponia y vive experiencias alucinantes como su encuentro privado con Rosalía y Rauw Alejandro tras un concierto de la catalana.

Si bien esta segunda temporada resulta un tanto repetitiva al exhibir la ostentación y los lujos desmesurados que acompañan a Georgina en su día a día y se siente monótona al exponer el sinfín de planes con sus amigos (Las queridas), bajo mi punto de vista transmite un mensaje muy bonito y es que la fuerza de la protagonista reside en el apoyo de su familia y amistades. La modelo podrá parecer superficial por instantes, pero desde luego tiene muy claro quién sí, quién no y quién nunca desempeñará un papel en su vida.

En resumen, una vez más a Georgina le han bastado seis episodios para dejar a los espectadores con ganas de más.

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