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jueves, 8 de diciembre de 2022

Crítica: “Los puentes de Madison, El musical”

La valentía de amar

PAULA OLVERA- Desde la fila siete del Teatro EDP Gran Vía me ha invadido una emoción distinta a otras veces. Al entusiasmo de disfrutar de la adaptación teatral de “Los puentes de Madison”, el best seller de Robert James Waller que en los noventa se convirtió en un clásico cinematográfico dirigido y protagonizado por Clint Eastwood junto a Meryl Streep, tengo que sumarle el regocijo por la buena compañía. Un plan teatral en común generalmente genera un recuerdo muy especial, pero, a veces, olvido que la belleza de la vida radica precisamente en estos pequeños momentos de felicidad compartida desde el patio de butacas. Hay funciones para elegir los martes, miércoles y jueves a las 20:30 horas; viernes y sábados a las 18:00 y 21:00 horas y domingos a las 18:00 horas.

La adaptación teatral de “Los puentes de Madison” corre un riesgo desde el principio y es que se trata de una historia popularmente conocida. Si bien a simple vista puede considerarse una ventaja para atraer a espectadores al teatro, lo cierto es que creo que juega en su contra dado el rotundo éxito de taquilla y las excelentes críticas que cosechó la película en 1995. Superar esta acogida es prácticamente imposible, aunque tampoco creo que sea su propósito. De hecho, me parece muy reseñable que haya conservado la esencia, trasladándonos a los sesenta con Iowa como escenario de un romance que bien puede haber protagonizado cualquiera de los presentes. Porque ¿quién no guarda en lo más profundo de su corazón algún idilio imposible? El destino suele marcar el camino y no siempre se comparten los días con quien verdaderamente amas.

Que la razón habitualmente gana más que los sentimientos se aprecia al inicio de la representación con Francesca viviendo una vida que no le pertenece, pese a que es la que ha elegido, como ama de casa, esposa y madre de dos hijos adolescentes. Pero todo cambia cuando su familia viaja a una feria y, por primera vez, ella se siente más mujer que nunca, dando rienda suelta a la pasión reprimida con un fotógrafo del National Geographic llamado Robert que se encuentra realizando una sesión fotográfica de los puentes de la zona.

Cuando compras entradas para un musical esperas una potente puesta en escena y lo cierto es que en “Los puentes de Madison” no me ha defraudado la ambientación, pareciéndome muy interesante la propuesta estética de las dos localizaciones principales, la casa y el célebre Puente de Roseman. También me gusta el efecto de las proyecciones. El mensaje, además, está muy bien definido tratándose de una reflexión sobre la valentía de amar y cómo este amor trasciende con el paso de las décadas.

Sin embargo, me ha faltado que las canciones sean más pegadizas y, sobre todo, he notado la ausencia de una gran coreografía. Puede que la historia no pida bailes, pero, por momentos, se torna demasiado sencilla y contenida. Además, la subtrama de los hijos se siente un poco floja y cojea en algunas escenas. En ocasiones se vuelve hasta molesta porque esos personajes, Carolyn y Michael, a diferencia de Marge, que también es secundaria, se perciben demasiado planos. Afortunadamente, el trabajo interpretativo que desempeñan Julia Möller y Gerónimo Rauch como amantes centra todas las miradas exponiendo cómo un enamoramiento puede dar un vuelco y cambiar la vida de dos personas para siempre. Concretamente, esta enérgica actriz, que alterna este papel con Nina, carga con el peso más emocional ya que transmite el dilema de elegir entre el deber o perseguir sus sueños.

Asimismo, me ha llamado la atención que pese a la duración de la representación no haya descanso. De todas formas, los entreactos suelen desconectar a los espectadores y en “Los puentes de Madison, El musical” es preferible ofrecer de seguido los instantes más álgidos para mantener la atención de los asistentes.

Dicho esto, ojalá que abracéis este magnético musical como ya he hecho yo. Solo hace falta que os dejéis envolver por la magia que traspira su sempiterna historia. Y recordad: ninguna función es igual así que vuestra experiencia viendo las actuaciones y la música en directo será incomparable e irrepetible.

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