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viernes, 28 de octubre de 2022

Crónica: exposición “Tim Burton, El Laberinto”

Cada cual decide su camino

JAIME SOTO- Desde el pasado 29 de septiembre se puede visitar en el Espacio Ibercaja Delicias la exposición inmersiva “Tim Burton, El Laberinto” con la que os embargará la tentación de fotografiar cada detalle. Se trata de una idea original de LETSGO en colaboración con el director de cine estadounidense concebida como un excitante viaje sensorial. Durante las visitas programadas de jueves a domingo de 10:30 horas a 13:30 horas y de 17:00 horas a 20:30 horas, los asistentes tendrán la oportunidad de atravesar varios de los mundos ideados por el cineasta. Eso sí, hay que elegir bien el camino y pensar concienzudamente las puertas que queréis abrir pues cada sala os transportará a una experiencia diferente. Es aquí donde radica el divertimento principal. Cada persona va construyendo su propio camino.

Desde el primer instante que accedes al recinto eres consciente de que vas a vivir algo singular. Las luces oscuras, la música envolvente y hasta la decoración de la carpa misma te indican que no es una exposición al uso. Los trabajadores uniformados con colores verdes chillones y morados a rayas, te explican el funcionamiento del juego. La regla es sencilla: en la primera sala tendrás un pulsador que marcará aleatoriamente la puerta brillante que iniciará tu camino. A partir de ahí, tendrás que decidir la siguiente que atravesarás. Una vez elijas abrir una, tendrás que entrar sin dar marcha atrás, hasta un total de quince salas.

Precisamente esta diversión es a la vez su mayor desventaja. Hecha la ley, hecha la trampa. No han sido pocas las veces que me he cruzado con alguna pareja que ha abierto con vacilación una puerta para vislumbrar su interior y, al no estar satisfechos, han decidido tomar otro camino. Mi consejo sería evitarlo. Entiendo que según avanzas siempre estará esa sensación de saltarse cosas que querías ver. Pero si hacemos eso ¿qué diferencia hay de una exposición cualquiera? Es vuestro camino. Debéis aceptar la conclusión de vuestros actos. A la salida entenderéis todo.


Lo cierto es que realizando la aventura he pensado qué, tal vez, el concepto de laberinto le viene grande, pues no he tenido la sensación de perderme físicamente. Solo he atravesado habitaciones. Pero tal vez lo he estado enfocando mal. Desde el principio de la humanidad, ésta se ha visto obsesionada con los laberintos. No ya con el mito del Minotauro en la antigua Grecia. Se han encontrado laberintos tallados en piedra con un posible significado místico datados muchos siglos antes. En la Edad Media predominaban sus dibujos en las iglesias y recintos sagrados, recordando al creyente que la vida era una toma de decisiones difíciles con un mismo final, pero diferente camino. Y es ya en el siglo XII cuando proliferaron los jardines laberínticos donde se cuenta que algunas parejas quedaban para citarse con su amor y dejarse llevar en aquel lugar de encuentro. Los laberintos remarcan el concepto espiritual de perderse. Hay que perderse para encontrarse.

Sin tratar de estropear a nadie la sorpresa, quiero contar por encima mi experiencia: En mi primera puerta he tenido la suerte de acceder a una sala dedicada a “Vincent”, que también fue el primer cortometraje de stop motion de Tim Burton en 1982 durante su etapa como frustrado animador de Disney. Narrada por el maravilloso Vincent Price, uno de los principales referentes del cineasta. Colgado en las paredes he podido encontrar algo que había visto mil veces por internet como fanático de su obra. Se trata de bocetos y artes conceptuales de sus diseños. Pero por primera vez he podido analizarlos en persona.

Hojas arrancadas de su cuaderno de sketches. Algunos tan grandes como cuadros y otros tan minúsculos que parecen sacados de una libreta como la que suelo llevar a todos lados en mi bolsillo. Han sido estos últimos los que más me han llamado la atención, pues internet no entiende de tamaños, y trabajar en pequeño dice mucho del artista. Observándolos tan de cerca, he descubierto el secreto de la gestualidad en la obra de Burton. Para tener un dibujo tan vivo y fluido, casi tembloroso, debe bosquejar con una plumilla agarrándola lo más cerca posible del extremo superior. Una técnica donde pierdes precisión al dibujar, pero ganas muchísima fluidez. Y es que Burton es visceral y apasionado en toda su obra. Tiene más sentimiento y menos cabeza. Más calor humano y menos coherencia. La muerte, la vida, el dolor de un inadaptado y el amor del mismo. Todo lo trata de una forma tierna y asombrosamente bella, y la envuelve en un perturbador estilo tétrico y colorido a la vez que lo hacen tan único.

Según he cambiado de sala, he ido viajando. Pero no he estado vagando por los escenarios de sus películas, donde los impresionantes decorados realizados en España con figuras esculpidas por maestros falleros han colmado mi visión, atrapándome en un espectáculo visual y musical que todos conocemos y amamos. No. Es decir, eso también. Pero yo he ido directo a sus sketches para sumergirme en mi viaje. He podido ver sus burdas acuarelas donde la técnica cede absolutamente a la intención de representar el ambiente de la futura escena plasmada a la perfección después en su montaje. Tal es el caso de sus dibujos de los personajes de “Charlie y la fábrica de chocolate” o las ideas descartadas junto a las que terminó aprobando para la divertidísima “Mars Attack”. Los absurdamente detallados storyboards de “Frankenweenie” con sus marcas de chincheta. Incluso sus diseños de personajes para “Taron y el caldero mágico” que Disney nunca aceptó. Una maravillosa sorpresa encontrar esos bocetos en hojas de animación de hace casi cuarenta años en perfecto estado y aquí mismo. Explicando cómo deberían ser animados e incluso con algún ejemplo en movimiento.

No desvelaré más sobre lo que podéis descubrir pues, para empezar, puede que mi camino ni siquiera sea el vuestro. Pero os aseguro que encontraréis la mayoría de las cosas que esperáis ver. Así ha sido para mí, reflexionando me he dado cuenta de que sí he hecho un recorrido lioso y caótico. Y es que me he perdido en la mente del autor. En sus ideas aceptadas y descartadas. En su senda y bifurcación artística. Creo que comienzo a entender el verdadero motivo por el que esta exposición se ha nombrado “Tim Burton, El Laberinto”. ¿Qué cosas me he dejado atrás? ¿Qué ideas han estado allí y no he podido ver? ¿Qué es lo que ha encontrado otra persona? No lo sé. Ahí es donde radica la auténtica magia. Como en la vida misma, yo he hecho mi propio recorrido. ¿Vais a hacer vosotros el vuestro?

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