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martes, 8 de marzo de 2022

Reportaje: Palacio de Linares

Un misterioso palacio lleno de leyendas, glamour y lujo en pleno corazón de Madrid

RAQUEL MORENO-Donde confluyen el Paseo de Recoletos y la calle de Alcalá, frente al Palacio de Comunicaciones (el edificio del Ayuntamiento de Madrid), en una esquina de la plaza de Cibeles, se sitúa el majestuoso Palacio de Linares. Construido a finales del siglo XIX, era conocido por aquel entonces como Palacio de Murga debido al apellido de su propietario inicial, José de Murga y Reolid, primer marqués de Linares. El destacado inmueble es la sede de la Casa de América desde 1992, año en el que se reinauguró tras una profunda restauración. El inmueble se abría al público en contadas ocasiones y sobre todo por visitas institucionales, pero para la suerte de los amantes del arte y la historia desde hace semanas se organizan pases guiados para todo aquel que desee adentrarse en este bello lugar. Merece mucho la pena.

El edificio es todo un hito en cuanto a modernidad de la época pues fue de los primeros en poseer luz eléctrica y calentadores de gas como símbolo del poderío que ostentaban sus dueños: el ya mencionado José de Murga y su esposa Raimunda de Osorio y Ortega. Pertenecientes a la burguesía española ascendieron en el escalafón social al obtener del rey Amadeo de Saboya el título de I marqueses de Linares y I vizcondes de Llantero en 1872, pasando a formar parte de esta manera también a la nobleza. En 1876 el marqués se convierte en senador por la provincia de Segovia comenzando así su andadura en la política y aunque solo estaría un año le valió para proclamarse, junto a su mujer, como uno de los matrimonios más influyentes del fin del siglo decimonónico.

Previamente habían comprado unos terrenos de 3064 metros cuadrados al ayuntamiento de la Villa en la conocida como plaza de Madrid, donde antiguamente se hallaban los Molinos de Plata y del Pósito Real, un gran almacén de cereales. Y en 1877 se empezó a levantar el monumental palacio en el que comenzarían a vivir a partir del año 1884 a pesar de que toda la decoración interior no estaría acabada hasta 1900, uno y dos años antes de la muerte de los marqueses. De estilo neobarroco, los arquitectos encargados de llevarlo a cabo fueron Carlos Colubí, Adolf Ombrecht y Manuel Aníbal Álvarez. Este último encargado del jardín, las caballerizas, además de la gran escalera central y la famosa casa de muñecas a tamaño real construida en la parte trasera. Toda una genialidad que transmite por igual un sentimiento tétrico a la par que romántico.

Lo primero que vemos al entrar en el soberbio inmueble es precisamente la suntuosa escalera de mármol de carrara y, aunque el diseño corre a cargo de Manuel Aníbal Álvarez, fue esculpida por Jerónimo Suñol, al igual que otros elementos escultóricos del exterior. El laborioso y perfeccionista trabajo del escultor contiene detalles iconográficos diferentes por dentro y por fuera de la balaustrada. El edificio se divide en cuatro plantas: sótano, entresuelo, primera y segunda planta. El sótano contenía las oficinas de los empleados del marqués, la zona del servicio y las cocinas. Actualmente no es visitable. Sí lo son en cambio el entresuelo, conocido como la planta de diario, y la primera planta denominada planta noble. El segundo piso, que tampoco está abierto al público, posee pinturas murales de la Galería Pompeyana realizadas por el pintor Alejandro Ferrant, quien también firma otras obras en las plantas inferiores.

La mayoría de la decoración del interior del palacio está dividida en dos tipos: una de aspecto más rococó inspirada sobre todo en Versalles y de estilo francés e italiano según el gusto de la marquesa y otra basada en los interiores de edificios ingleses, más sobrios, rectados, recogidos y oscuros, a razón de la preferencia del marqués que había pasado un tiempo de su juventud en Inglaterra. La planta de diario, la que está al ras del suelo, es conocida así porque era donde los marqueses vivían su día a día. Por ello en estas estancias encontramos el dormitorio de la marquesa o el pequeño comedor donde comían habitualmente. Este último cuenta con tapices de la Real Casa de Tapices conservando casi todos los originales a falta de uno.

En la planta noble, a la que se accedía subiendo por la imponente escalera, se celebraban grandes fiestas en el imprescindible salón de baile y distintas reuniones del marqués en su despacho o en el comedor de gala. Estas habitaciones, más grandes y de factura más lujosa, poseen una decoración pomposa y voluptuosa, hasta la sala de espera bien podría pasar por la de baile por la elegancia que desprende. Pero de mis estancias favoritas destacaría la habitación asiática por su originalidad con detalles chinescos en las paredes rojas y doradas y unas puertas de temática japonesa. Y la pequeña pero elocuente capilla, decorada con motivos religiosos que emulan el estilo románico y que se entremezclan con detalles de arte mozárabe convirtiéndola en un lugar de culto muy especial donde se reencuentran las dos grandes culturas que habitaron este país.

No olvidéis además mirar en todo momento hacia arriba pues en muchas de las habitaciones de los dos pisos se hallan pinturas al fresco de una calidad inmensurable de artistas como Casto Plasencia, Manuel Domínguez, discípulo del reconocido pintor Federico de Madrazo, o Francisco Pradilla, autor de los retratos de los marqueses que cuelgan en el despacho de José de Murga. Las paredes y techos están adornadas con diferentes estucados, despampanantes lámparas, bronces, láminas de oro fino y el escudo de los marqueses, entre otros ricos elementos. Y en la pequeña capilla lanzar la mirada al cielo tiene premio pues sin necesidad de ser creyente hallareis una pequeña e inesperada sorpresa fruto de la ingeniosidad.

Pero lo que sin duda atrae a curiosos a adentrarse en este Palacio de Linares es la leyenda que corre por los pasillos de la gran residencia. La historia cuenta que los marqueses eran hermanastros por parte de padre, detalle del que se enteraron una vez casados. La rumorología sugiere que tuvieron que pedir una bula papal al papa Pío IX que les concedió la “Casti conviviere”, esto es que podían seguir casados, pero viviendo en castidad. Al parecer su amor era tan grande que no pudieron evitarlo y engendraron una hija, la pequeña Raimundita, a quien supuestamente mataron y enterraron en el interior del palacio para ocultar el pecado consumado por su irremediable pasión. Se comenta que desde entonces el fantasma de la niña vaga por la casona cantando canciones infantiles, lloriqueando y llamando a sus padres. Y aunque las mismas guías han vivido experiencias paranormales de difícil explicación, no se han encontrado evidencias reales ni de que los marqueses fueran hermanos ni del nacimiento de esta supuesta hija ya que el matrimonio murió sin descendencia.

Por ello el edificio pasó a manos de su ahijada Raimunda Avecilla y Aguado, condesa de Villapadierna, quién, según otra variante menos oscura y macabra de la leyenda, podría ser vástago de los marqueses y para tapar su nacimiento incestuoso se dijo que era hija del administrador del palacio, Federico Avecilla Delgado. Un relato mucho más verosímil pero que se topa de nuevo con la problemática de que la marquesa, que contaba con 52 años por aquel entonces, no dio síntomas de indisposición durante un tiempo prolongado que pudiera esconder un posible embarazo.

En los siguientes años el inmueble quedó a la deriva de la convulsa época previa, durante y posterior a la guerra civil española, siendo gravemente dañado. Permaneció cerrado durante casi un siglo, deteriorándose y a punto de desaparecer por completo de no haber sido porque fue declarado en 1976 Monumento Histórico Artístico. En 1981 las viejas estancias del lugar recibieron un poco de vida gracias a Luis García Berlanga que filmó en su interior parte de la película “Patrimonio Nacional”.

Tras pasar por distintos propietarios acabó finalmente convirtiéndose en sede de la Casa América, un organismo público dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores en colaboración con la Comunidad de Madrid y el ayuntamiento. Esta institución tiene como objetivo principal estrechar lazos entre España y Latinoamérica dando a conocer las diferentes culturas que la componen por medio de exposiciones, encuentros, proyección de películas, obras de teatro, música en directo y entrevistas entre otras diversas actividades. Y para los amantes de la gastronomía, actualmente cuenta con el restaurante Raimunda que ocupa el antiguo lugar de las cocinas del palacio y el jardín, donde se puede degustar platos típicos iberoamericanos.

Desde luego no me extraña que series como “La cocinera de Castamar” recientemente siguieran los pasos de Berlanga y la eligieran como escenario de grabación dada la belleza y variedad de sus habitaciones que fácilmente te transportan a otra época. Una gran joya arquitectónica que alberga multitud de obras de arte y que reluce esplendor y glamour por los cuatro costados ya que sus propietarios no escatimaron en gastos para su construcción a pesar del poco tiempo que pudieron disfrutar del inmueble. Pero gracias a varios acontecimientos ha podido llegar hasta nuestros días para disfrute de todos, así que os recomiendo encarecidamente la visita guiada que se ofrece con reserva en varios pases durante el fin de semana.


Más allá de las leyendas y rumores, probablemente
invento de la nobleza castiza de la época que se veía amenazada por una burguesía cada vez con más poder que podía alcanzar títulos nobiliarios a golpe de influencias y talonario, el edificio desprende encanto, pero del que te encandila y embelesa por el cuidado y mimo que pusieron los dueños en la decoración y construcción. Una visita que no puede faltar en vuestra agenda cultural que os hará sentir durante la hora que dura el recorrido como los auténticos marqueses del palacio. Eso sí, corréis el peligro después de no querer volver al tiempo actual. Que no se diga que no he avisado.

1 comentario:

  1. Belleza, historia, relaciones incestuosas y ¡hasta un fantasma!. Este palacio parece tenerlo todo para empezar una novela, habrá que tomar nota.

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