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martes, 29 de marzo de 2022

Crítica: obra “El peligro de las buenas compañías”

Las historias que hacen reflexionar también pueden ser encantadoras

RAQUEL MORENO- Hacía bastante que no se me pasaba tan rápido el tiempo viendo una función de teatro que durase alrededor de 90 minutos pues cuando te quieres dar cuenta ha llegado a su fin, no sin antes dejarte un gran sabor de boca por el camino y un puñado de grandes carcajadas. Y es que “El peligro de las buenas compañías” convierte un argumento que a priori pudiera parecer chabacano, como es de los cuñados que se tienen que tragar en las reuniones familiares pero que en el fondo no se soportan, en una historia ingeniosa, con varias vueltas de guion que le inyectan un ritmo ágil y entretenido. Los espectadores podrán disfrutar de este agradable espectáculo cómico en el Teatro Reina Victoria de martes a viernes a las 20 horas, sábados a las 18 horas y 20:30 horas y domingos a las 18 horas hasta el próximo 2 de mayo.

La obra producida por Lantia Escénica nos presenta a las hermanas Lola y Julia, casadas con Tristán y Félix respectivamente. Dada la buena relación entre ellas, los cuatro suelen quedar a menudo para satisfacción de todos salvo del magistral personaje interpretado por Fernando Cayo que no aguanta a su modélico cuñado. Desde los primeros minutos queda patente que mientras Lola y Tristán arrastran ciertos problemas de pareja, Julia y Félix son la perfección personificada, lo que le provoca envidia a Lola y tirria a Tristán que piensa que solo le perjudica estar cerca de un marido ejemplar.

A pesar de que Tristán no puede ni ver a Félix, este último, lejos de percatarse del poco cariño que su cuñado le procesa, le tiene en alta estima e incluso le admira queriendo parecerse más a él. O sea, el personaje interpretado por Ernesto Arias tiene idealizado a su pariente, creyendo que es el perfecto marido al poseer rasgos de los que él carece y que a las mujeres tanto gustan como ser gracioso o el alma de la fiesta. Este hecho pone de relieve que a veces no conocemos realmente bien a las personas que nos rodean y que, en muchas ocasiones, nos desmerecemos frente a los demás. Por ello solemos centrar la atención en lo que nos falta en vez de en nuestros aspectos diferenciadores.

Más allá de la trama, de usar un guion bien hilado y de dotar a la historia de una gran profundidad con distintas lecturas, otro de los aciertos de “El peligro de las buenas compañías” es introducir la música en directo como un elemento indispensable, pero sin que se pueda considerar dentro del género musical. No es necesario que muchas de las conversaciones sean cantadas, solo alguna de ellas en momentos claves. Este interesante hecho impregna la narración de gran dinamismo y originalidad consiguiendo que el piano se convierta en un especial mueble del atrezo con personalidad sofisticada. Las letras de las canciones están compuestas por el también escritor de la obra Javier Gomá y la melodía corre a cargo de Julio Awad, compositor de “La Bella y la Bestia” o “Ghost”.

No quiero desperdiciar la oportunidad de mencionar el juego que permite romper la cuarta pared con los cuatro actores mirando y dirigiéndose directamente al público. De esta forma los personajes pueden hablar sobre ellos mismos haciendo una especie de introspección, como si se tratara de una voz en off explicativa solo que de cuerpo presente. Unos monólogos que únicamente el espectador puede escuchar dando su momento de gloria a todos los protagonistas, que nos presentan sus miedos, inquietudes, añoranzas y sueños. Me parece una muy buena forma de adentrarnos en el interior de cada uno de ellos, aportándoles una complejidad mayúscula al presentar los diferentes traumas que arrastran y al descubrirnos qué les insta a comportarse de una forma u otra. Desde luego se agradece un poco de contexto.

Sin duda una de las lecturas de esta historia podría ser el inconformismo, el no estar a gusto nunca con nada de lo que tenemos y querer siempre más. Esto nos lleva a un estado de infelicidad constante puesto que nunca estaremos tranquilos con lo que la vida nos brinda y ello nos empuja a una serie de crisis existenciales en cadena e infinitas que invitan al espectador a reflexionar. Cuando no es la crisis de los 30, como pudiera ser el caso de una servidora, lo es la de los 50 de los protagonistas de “El peligro de las buenas compañías”. Y si no problemas con tu pareja, como le pasa a Lola, el personaje interpretado por Carmen Conesa, o de salud, lo que le sucede a Julia a la que da vida Miriam Montilla. La vida está llena de conflictos, pero también de buenos momentos que están deseando que les prestemos más atención y disfrutemos de ellos.

Otro tema del que trata “El peligro de las buenas compañías” es precisamente el que su nombre indica y, aunque de primeras nos choque y desconfiemos de ello, tiene mucho sentido. Claramente no quiere decir que debamos dejarnos influenciar por malas compañías ni elegirlas entre nuestras amistades habituales, pero sí juntarnos con ellas esporádicamente para hacernos sentir mejor con nosotros mismos al tener más suerte. Por muy mal que suene, el ser humano es egoísta por naturaleza y, aunque las comparaciones sean odiosas, la obra nos expone en clave de humor que cuando nosotros salimos bien parados no lo son tanto. En cambio, si la comparación se produce frente a gente modélica no podemos evitar tomar conciencia de nuestra peor situación.

Pero sí que quiero resaltar una frase hecha que en realidad viene muy a cuento como es que “en todas partes cuecen habas”, por lo que no debemos fiarnos de la gente que aparenta poseer una vida idílica ya que no suele ser así realmente. Siempre hay algún obstáculo que sortear como nos demuestran en esta pieza teatral.

“El peligro de las buenas compañías” merece mucho la pena y, aunque los cuatro actores realizan sus papeles con soltura, debo destacar la brillante interpretación de Fernando Cayo que está muy divertido y nos concede los mejores momentos de la obra. La historia va puliéndose y adquiriendo calidad conforme se acerca al final, resuelto con talante y eficiencia. Habrá por el camino una serie de malentendidos, engaños, usurpaciones de identidad y hasta sonambulismo que enredarán esta trama llena de humor e inteligencia. En resumidas cuentas, un guion y unos personajes que aprueban con sobresaliente conforman este moralista, pero cómico relato que nadie se debería perder.

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