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miércoles, 16 de febrero de 2022

Crítica: obra "La política"

“No necesitamos que sepan pensar”

RAQUEL MORENO-Uno de los tantos lemas que podremos encontrar en esta elocuente e irreverente sátira del panorama político de este país captó mucho mi atención: “democracia o barbarie”. Una contundente afirmación que seguramente con esa intención, me evocó al eslogan de cierta política, astutamente con tirón, pero no por ello real. Al caso viene a colación otra de esas frases rotundas: “lo importante es la repetición no la veracidad” y lo triste que es que esto suceda tan a menudo, como si por decir mucho algo tuviera la capacidad de convertir la mentira en un hecho fehaciente. La compañía La Trapecista Autómata nos presenta esta interesante trama que cuenta con las actrices Elena Corral y Laura Lorenzo (en alternancia con Lúa Testa) bajo la dirección de Patricia Benedicto.

Durante aproximadamente una hora todos los sábados y domingos de febrero en Nave 73 los espectadores se adentrarán en la casa de esta particular política que, en lo que se prepara para la realización de un retrato que la inmortalizará para la posteridad, ensaya su discurso. Acompañada de su fiel sirvienta muda y analfabeta, esta representante del pueblo, elegida democráticamente, mostrará abiertamente sus verdaderos pensamientos, motivos e intenciones reales, más allá de las palabras vacías llenas de floripondios absurdos que pueblan su oratoria oficial.

Desde luego, independientemente del a veces crudo contenido, hay que reconocer lo impecable del guion y la sorprendente dialéctica de la protagonista, capaz de recitarlo con soltura y fluidez, sin trabarse ni titubear una sola una vez, para quitarse el sombrero. Muy original y a la vez arriesgado del que salen airosos es introducir un personaje mudo, valiéndose únicamente la actriz de gestos para comunicarse, mostrando toda su capacidad interpretativa mediante la expresión no verbal. Este rol sirve a su vez de ejemplo de un pueblo sumiso que acata órdenes sin rechistar ante su “amo”.

Y aunque, como he mencionado, el texto supone por ocasiones un jarro de agua fría en toda la cara, no es (casi nunca) por la dureza de las palabras, si no por ser un calco exacto de nuestra sociedad. Curioso es el detalle de que iba hablando con mi acompañante por el camino de muchos de los temas que aquí se abordan y cómo a pesar de ser conscientes (unos pocos, lamentablemente menos de los que deberíamos ser), ciertamente no hacemos mucho por cambiar la situación.

Porque, ¿la democracia es solo meter una papeleta dentro de una urna y olvidarnos de la política durante los siguientes cuatro años? ¿Son nuestros políticos lo más adecuados para representarnos en materias tan vitales como la calidad de nuestra educación o de nuestros trabajos? La mayoría de la gente no se preocupa demasiado por la política, o bien les aburre, les cansa, les parece demasiado complicada o simplemente no les interesa por dejadez y pereza. No en vano los políticos no son sino un reflejo de nosotros mismos, o al menos de la mayoría de los habitantes de nuestra sociedad que le han votado. Pero haberles otorgado ese poder no implica que puedan hacer los que ellos quieran con libertad absoluta.

La obra “La política” nos hace reflexionar sobre hechos que nos provocan risa por no llorar pero que en realidad dejan mucho que desear y levantan un tufillo a podrido. Más allá de la corrupción que si no se corta por lo sano se seguirá extendiendo como la pólvora, hay que atajar otros sangrantes problemas, como que todo aquel con un poco de dinero y acercándose al sol que más calienta pueda acceder a ser político. De esta forma personas de cualquier índole y de todo menos preparadas para ello pueden representarnos, sin importar que momento tras momento demuestren ser unos memos integrales, o a veces se lo hacen para que no nos percatemos de que solo son malas personas haciéndose los tontos.

La política de esta historia asegura que la firmeza y la compasión son incompatibles como si un representante no pudiera ser bondadoso y fiero a la vez, según se necesitase para la ocasión como aclamaba Maquiavelo, pero el mejor político que se preste sería uno polivalente. A estas alturas en las que nos encontramos parece cuanto menos imposible, con una democracia tan endeble como la nuestra que bebe directamente de una antigua dictadura casposa, con unos jueces parciales ávidos de poder, unos medios de comunicación comprados y una iglesia con más poder del que debería, nos queda mucho por hacer.

La solución pasa por tomar conciencia y ser capaces de proporcionar a través de una educación férrea y potente la capacidad crítica para poner en duda todo aquello que nos chirríe. No olvidemos que los políticos, antes de nada, son personas que miran por sí mismas y a los que en muchas ocasiones les interesa tenernos como un rebaño lleno de borregos fáciles de manejar. “No necesitamos que sepan pensar”, comenta la política de la función. Sin duda, la historia que nos muestra Patricia Benedicto, quien también ha escrito el texto, intenta que nos paremos a analizar con un poco de detenimiento nuestro entorno político y social pues todavía no está todo perdido mientras siga existiendo gente con intención de mejorar la realidad actual.

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