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viernes, 21 de mayo de 2021

Crítica: obra “El jefe”

Una sugerencia con buen sabor a chocolate

PAULA OLVERA- Si bien en su día no tuve la ocasión de acudir al Teatro Arlequín para disfrutar de “El jefe”, el nuevo espectáculo de Eduardo Aldán tras el adiós definitivo de “Espinete no existe”, no me he querido perder el reestreno de esta función en el Capitol Gran Vía. La tercera temporada de esta hilarante comedia permanecerá en cartelera hasta el 1 de agosto planteando a los espectadores la pregunta del millón: ¿Diríais a vuestro superior lo que pensáis de él si no pudiera despediros? Para intentar resolver la pregunta desde el escenario se nos presenta a un adicto al trabajo que se ve obligado, por un conjunto de desafortunadas coincidencias, a pasar la noche de fin de año encerrado en su despacho con un veterano y entregado empleado de la compañía (Israel Criado) al que acaba de despedir.

Cuánto me agrada que los teatros se hayan vuelto a inundar de risas después de los estragos causados por el coronavirus. El pasado viernes 14 de mayo acudí a la función de prensa de “El jefe” que marcaba el reestreno de esta obra enfocada a todos los públicos. Después de la toma de temperatura pertinente y de la desinfección de manos, ocupé mi cómoda butaca en el Capitol Gran Vía con un entusiasmo especial ya que percibo que cada vez más espectadores se animan a regresar a la normalidad de antes de la pandemia. Este título, desde luego, es una buena propuesta para revivir emociones porque recupera en escena a Eduardo Aldán después del triunfo de su monólogo “Espinete no existe” que se mantuvo en cartelera durante doce temporadas consecutivas.

El actor escribe, dirige y protagoniza este espectáculo teatral que también cuenta con la interpretación de Israel Criado y con la colaboración especial de Juanfra Becerra con su personaje Dolly. Nada más arrancar la función ya se nota que estamos ante una comedia repleta de humor y ternura puesto que Eduardo Aldán interpela directamente al público, un feedback fugaz que siempre consigue que cualquier función se mantenga viva. Claro que la diversión viene después cuando, ya voy con el argumento, el jefe de una gran empresa de chocolate se queda encerrado en su despacho con un empleado recién despedido que, para colmo, es completamente opuesto a él (destartalado, desastre, desaliñado…), desencadenándose sobre las tablas todo tipo de situaciones graciosas y disparatadas. Y es que sus vidas son muy diferentes, pero quizás ellos no tanto.

En este contexto, el personaje de Eduardo Aldán cuenta con varias capas muy llamativas ya que es un jefe con un ritmo de vida estresante que, pese a dirigir la multinacional Choco Cao, no tiene tiempo para pasar con su familia puesto que es muy metódico y sigue los horarios completamente marcados. Vamos que su vida debería ser dulce (y no solo por liderar la empresa chocolatera), sin embargo, se percibe demasiado amarga. Pero gracias a este cabeza de la compañía la historia nos planta un gran secreto que puede contribuir a que todos los espectadores seamos un poco más felices. Y es que, al fin y al cabo, el éxito de la vida no depende de la riqueza material sino de nuestro capital emocional.

Si bien considero que la historia tiene un buen fondo, lo cierto es que durante el tercer acto se pierde un poco entre tantos diálogos absurdos (de hecho, confieso que por un instante me constó seguir el hilo porque además noté que Eduardo Aldán hablaba muy rápido y que tanto él como Israel Criado no podían evitar reírse ante la escena y su inevitable química fruto de tantos años de trabajo en común). Es por esto que, bajo mi punto de vista, un pequeño corte de tijera en la función favorecería el impacto del mensaje y, sobre todo, el dinamismo.

En suma, esta peculiar apuesta de humor de la cartelera madrileña promete cautivar a los espectadores por el simple hecho de abordar un tema de actualidad que, en mayor o menor medida, a todos nos suena cercano. A mí al menos ya os digo que me ha parecido una genialidad.

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