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martes, 4 de mayo de 2021

Crítica: obra “El grito del cardo”

La vida vista desde los ojos tardíos de la soledad, los recuerdos y lo extravagante

RAQUEL JIMÉNEZ- Comúnmente las historias suelen comenzar por el principio o en ciertas ocasiones in medias res. Menos habitual es su inicio por el final como es el caso de “El grito del cardo”, relato cuya protagonista es una pobre anciana (nunca mejor dicho). Mariana agota sus últimos alientos entre las paredes de un geriátrico, con la única compañía de sus recuerdos de sirvienta y una maleta donde guarda ropajes añejos y una foto de su madre. La actriz Inma González dirige la obra y encarna a la perfección, y con merecida distinción, este pintoresco personaje que se desdobla en dos épocas: por un lado una joven criada, humilde pero risueña, y por otro esa señora mayor con la cordura a medio camino entre la locura y la absoluta lucidez. La compañía Trajín Teatro produce este nuevo trabajo con dramaturgia de Sandra Jiménez.

El pasado 1 de mayo se estrenó en Nave 73 “El grito del cardo”, el nuevo trabajo de Trajín Teatro que cuenta además con la colaboración de la cantaora flamenca Carmen Linares interpretando dos de las canciones que suenan (compuestas por Luis Miguel Lucas). Esta función es una creación colectiva protagonizada y producida por Inma González que nos presenta un mundo donde ser mujer, pobre y huérfana te condena a la exclusión.

Pero el talento interpretativo de Inma no queda reflejado solo en los dos papeles de la Mariana anciana y joven sino que también se mete en la piel de Palomo, el señorito al que cuida nuestra protagonista durante sus quehaceres de sirvienta. Este chico, que aporta vitalidad y frescura a la historia, no se ciñe a su papel de niño rico estirado sino que ayuda a Mariana a aprender a leer y escribir mientras ella le deja ser quien quiere ser, aunque esto suponga vestirse y pintarse como una mujer en plena dictadura española. Un tránsito entre personajes muy bien llevado usando cuatro detalles identificativos de cada uno, saltando de uno a otro sin que la pieza pierda fluidez.

También es reseñable la gran capacidad resolutiva de saltar de una época a otra, entre flashbacks y el momento actual. Con un uso magistral de las luces y una puesta en escena soberbia en la que enseres básicos y cotidianos juegan un papel fundamental cumpliendo, según la ocasión, dos funciones completamente distintas. De esta forma se ahorra en menajes mientras que el público sigue en todo momento el relato ayudado por este tipo de recursos que solo son válidos si se usan correctamente gracias a que su ubicación está debidamente meditada.

Sin duda la escenografía y la actuación de Inma González son los elementos más destacables de la obra. Por contra creo interesante comentar que, aunque la retórica del guion es parte importante de la historia, a veces menos es más y en alguna ocasión frases menos recargadas llegan más fácilmente al espectador. Con todo, y a pesar de que “El grito del cardo” nos habla desde la soledad de una anciana encerrada entre los cuatro muros de su crepúsculo final, deja abierto un halo de esperanza y libertad, que se tiene incluso cuando se es pobre, mujer en un mundo machista y huérfana, donde siempre hay elección. Cosa que demuestra Mariana con picardía y hazaña, toques de venganza y un pavo glotón de por medio.

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