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jueves, 2 de noviembre de 2017

Crítica: obra “Bella y Bestia: El musical”

La historia de siempre, contada como nunca


PAULA OLVERA- Desde el pasado 12 de octubre, el Teatro Maravillas incorpora en su programación “Bella y bestia: El musical”. Se trata de una versión revisada del clásico cuento de hadas francés de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont que nos adentra en el relato de una manera muy diferente. Es una obra ideal para toda la familia, los más pequeños de la casa disfrutarán especialmente con las canciones que inundan de poesía y alegría las tablas madrileñas. Los temas interpretados abarcan además varios estilos musicales, desde el soul, pasando por el pop, hasta el rock. Una mezcla perfecta que, combinada con los ingeniosos toques de humor dispuestos en el guion, dan lugar a una pieza repleta de sorpresas donde la magia es posible.

Los creadores de “El Mago de Oz: El Musical” y “Alicia en el País de las Maravillas” se arriesgan ahora con “Bella y Bestia: El musical”, una nueva adaptación del popular clásico donde, una vez más, se demuestra que no ha pasado de moda. Si el 17 de abril se estrenó en las salas de cine la esperada versión en carne y hueso de este cuento, dirigida por Bill Condon, ahora se ha configurado una versión teatral destinada principalmente al público infantil. Javier de Pascual dirige esta representación de la Compañía MundiArtistas que recoge, no obstante, algunos elementos de las adaptaciones cinematográficas.

Los niños de hoy son el futuro de mañana y una de las obligaciones de los adultos debe ser educarles culturalmente. Un pequeño que esté en contacto con el teatro cuando sea mayor sabrá apreciar y disfrutar mucho más el esfuerzo que realizan las compañías para sacar adelante los montajes. Esta obra, con una duración aproximada de 70 minutos, es ideal para introducir a los críos en el arte escénico.

Ahora bien, los espectadores que no acudan con pequeños tendrán que armarse de paciencia y hasta esbozar alguna risa con los comentarios que los niños intercalan durante la actuación. Es muy difícil que los infantes aguanten toda la obra sin expresar sus emociones ante lo que están viendo en directo, bien porque quieran preguntar a los adultos sobre un diálogo que no le has quedado claro o bien, simplemente, porque no tienen filtro y hablan a los personajes como si no hubiera barrera entre las butacas y el escenario.

Precisamente, hay que valorar la concentración extra que manifiestan los actores en un espectáculo musical infantil de estas características donde se hace necesario el feedback con el público. En esta función concretamente más de un personaje interpela directamente a los asistentes para que también canten, captando rápidamente la atención de los menores de la sala.

En este musical, Bella sigue siendo la protagonista, aunque aparece un trovador llamado Don que quiere conquistarla a toda costa y que divertirá mucho a los espectadores de menor edad. La joven trabaja con su padre en una librería y precisamente la función se inicia cuando éste debe partir para atender un pedido y con la promesa que le hace a su hija: deberá traerla una rosa.

En el camino, el padre de Bella se topa con un misterioso castillo que está habitado por una temible Bestia. Al coger una flor sin permiso, provoca la ira de este personaje que le obliga a ser su esclavo. Cuando la joven amante de los libros se entera, presa de la culpa, decide convivir ella misma con la Bestia.

Aunque en un primer momento nada parece marchar bien entre Bella y Bestia, pronto irá surgiendo la complicidad entre estos dos protagonistas. Los espectadores podrán descubrir el lado más amable de Bestia, un personaje más frágil de lo que parece, y tremendamente sensible, que en realidad es un príncipe que ha sido hechizado.  

Los sirvientes de Bestia juegan un papel fundamental en la trama. Ellos quieren que se enamore y que, de una vez por todas, se rompa la brujería. Por un lado encontramos a Limón, que es un mayordomo un tanto bocazas, por otro a Goldie, que es retratada como la cocinera gordinflona, y, por último, a Furio, que es el limpiador del castillo, amante de la perfección. Como detalle, el actor que interpreta a este personaje hace doblete en la función porque también da vida al padre de Bella.

A muchos de los que estéis leyendo esta crítica todavía no os suene el trabajo de Andrea Rodríguez, Zalo Calero, Ramsés Vollbrecht, Alejandro Pantany, Antonio Grande y Laura Castrillón, pero os aseguro que saldréis de la obra queriendo saber quién es cada uno. Y es que, para que esta función sea un éxito entre los menores, los actores tienen que recurrir a una cierta exageración de los movimientos, de su voz y, en definitiva, a una visible ridiculización de sus personajes.

Más allá del puñado de razones ofrecidas hasta ahora para adentrarse en esta obra, teniendo en cuenta que es un musical, hay que recordar que las canciones se convierten en el motor que articula la historia. A lo largo de la representación se pueden escuchar un total de siete temas originales, os dejo descubrirlos.

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