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jueves, 24 de agosto de 2017

Reportaje: Buffy, cazavampiros

Buffy, cazavampiros: la serie que rompió moldes

RAQUEL MORENO- “Buffy, cazavampiros”, creada por Joss Whedon, es una serie de televisión norteamericana emitida por las cadenas de televisión The WB Y UPN durante los años 1997 y 2003, a lo largo de sus siete temporadas y sus 144 capítulos. El argumento principal de la serie gira en torno a Buffy, una chica adolescente que es la elegida para acabar con los vampiros y toda cla­se de demonios que quie­ren destruir el bien en el mundo. Cuando muere una cazadora, otra es ele­gida y así sucesivamente. Pero Buffy no está sola, contará con la ayuda de su fiel vigilante Gills y de sus inseparables ami­gos: Wilow, una chica tí­mida y bisexual que con el tiempo descubrirá sus poderes de bruja, y Xan­der, el débil del gru­po que no posee ningún poder específico y siem­pre tiene que ser salvado por alguna de las chicas.

La serie “Buffy, cazavampiros” fue un hito en el mundo del cine y la televisión, al romper con el arquetipo clásico de mujer víctima damisela en apuros, convirtiéndola en una líder todopoderosa que es inde­pendiente y lucha ella sola contra el mal. Pero también invirtió el arquetipo de hombre fuerte, siendo Xander el único indefenso del grupo frente a sus dos amigas chicas. “Buffy cazavampiros” es considerada una serie feminista y todo un ejemplo a seguir, manteniéndose en esta línea hasta el final de sus días.

También es el primer ejemplo famoso de una re­lación homosexual entre dos personajes principales de la serie, Tara y Wilow, siendo todo un emblema para el colectivo LGTB, y una forma de romper el tabú en la sociedad acerca de este delicado tema. Previamente a “Buffy, cazavampiros”, las series no se atrevían a mostrar en pan­talla tan libremente parejas del mismo sexo, ante el miedo al rechazo del pú­blico. Pero con esta serie, el resto de ficciones vie­ron que no pasaba nada y fueron cada vez más y más abundantes en la pequeña pantalla.
Otra de las bazas de la ficción fue el hecho de incluir, de manera equilibrada, la vida de cazadora de Buffy, pero sin dejar de lado su condición de chica adolescente que va al instituto, se enamora, tiene exámenes y, en definitiva, sigue siendo también humana a la que le suceden cosas corrientes, propias de esta etapa. Muy a menudo, Buffy tenía que desatender esta parte de su vida “normal” en pos de su estatus de cazadora, lo que solía generarle conflicto en su interior y en su vida social. Por este motivo, principalmente, la identidad de Buffy se tambalea y sufre grandes estragos.

Pero no solo el personaje principal y sus dos inseparables amigos tienen problemas con sus identidades, sino que también los que se suponen a priori malvados, demonios y vampiros, nos dan alguna que otra sorpresa al estar  del lado de la ley, es decir, que son bue­nos. Entre estos destacan sobre todo tres, los vam­piros Angelus y Spike y la demonia Anya. Los dos primeros son los protago­nistas homólogos de Buffy en distintas temporadas y Anya, como todos recordaréis, acaba teniendo una relación duradera con Xander.

Sea como sea, esa importancia hacia las mujeres, su fuerza y su poder, y ese cambio de tuerca, donde deja de ser la elegida para que lo sean (o seamos) todas, reivindica su feminismo y transgresión hasta el final. Se convierte de esta manera en una de las series más progresistas y rompedoras, incluso a día de hoy, veinte años después de su nacimiento y catorce desde su final. Larga vida, Buffy. Que tu estela y ejemplo nunca se pierdan.

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