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domingo, 20 de agosto de 2017

Entrevista: Héctor Urién

“Los narradores orales somos paracaidistas escénicos”

PAULA OLVERA- Contar es jugar. Al menos así lo cree Héctor Urién. Cuando apenas levantaba un palmo de suelo prestaba especial atención a los cuentos que le contaban los adultos. Y, con los años, se dio cuenta que podía hacer de esta pasión su forma de vida. Así es como se convirtió en contador de cuentos, un oficio de los de antaño que a día de hoy sigue cautivando a pequeños y a mayores, dos públicos totalmente diferentes con los que siempre intenta interactuar. Con la imaginación por bandera y la improvisación como compañera de escenario, este narrador oral recorre las tablas de nuestro país en busca de almas que disfruten escuchando historias. Al fin y al cabo, no necesita apenas nada para arrancar a los oyentes de su realidad y conseguir que se transporten con su voz a otro contexto mucho más emocionante.

P: Cuando apenas tenías veinte años descubriste que podías vivir de tu afición por narrar cuentos, ¿cómo recuerdas ese momento?

R: Recuerdo tres momentos cruciales en aquellos inicios: el primero cuando, con apenas dieciocho, por un azar, una mañana hice “pellas” en la universidad y pasé por la Plaza Mayor de Salamanca donde por primera vez vi a alguien contar cuentos escénicamente y me fascinó. Aún recuerdo incluso el cuento que contaba aquella narradora… Un año después estaba contando yo mismo en el escenario de un pub salmantino y, a los veinte, en la playa, tuve una visión: me encantaría ir por ahí contando cuentos. Fue algo extraño, un deseo proyectado, una esperanza que años después se ha tornado realidad.

P: Por lo que dices, narras cuentos desde que prácticamente tienes uso de razón. ¿Recuerdas cuál era el cuento favorito que te gustaba que te leyeran cuando eras niño?

R: Me encantaba “Los siete cabritillos” contado por mi abuela. El momento del lobo entrando y el cabritillo más pequeño escondiéndose en el reloj de cuco. Me fascinaba eso, no sé si es posible que un cabritillo se esconda en un reloj de cuco, pero eso era lo de menos. Esa escena es puro cuento y yo quería escucharla una y otra vez.

P: ¿Qué papel crees que tiene tu oficio de contador de historias en la sociedad?

R: Siempre hemos sido portadores del olvido y del viaje. Una historia es algo que tienes a mano en cualquier momento y lugar, uno no necesita apenas nada para arrancar al otro de su realidad y llevarlo a una realidad diferente. Hoy seguimos haciendo lo mismo, como el cine o las series o las novelas, pero construyendo las historias en el aire.

P: Has desarrollado tu propio taller de narración oral, ¿qué intentas transmitir a tus alumnos?

R: Intento que se entrenen, que se interesen, que se diviertan... Me gusta que investiguemos juntos y vayamos a la caza del hallazgo, en una historia que ellos traen o en la forma de contar de algún poeta o narrador reconocido. Contar es jugar, lo más hermoso es que podamos llenarnos la vida de emociones que luego se desvanecen.

P: ¿Qué habilidades crees que son necesarias para llegar a ser un buen contador de historias?

R: La más importante es la escucha. Suelo decir que los narradores orales somos “paracaidistas escénicos”, es decir, no vamos a las actuaciones con un escenario o un teatro portátil, no hacemos al público venir a nosotros, sino que debemos ir nosotros a ellos. Caemos con nuestro bagaje de historias y nuestros recursos expresivos en un lugar al azar, que no conoces previamente, y todo lo tienes que aprovechar, porque todo condiciona. No es lo mismo contar para diez personas que para trescientas, tienes que adaptarte. Y para eso lo mejor es entrenar la escucha y los recursos para cada situación. Por eso es muy importante aprender a escuchar. Es lo que más se entrena en mis talleres.

P: Como narrador escénico has puesto en marcha un proyecto relacionado con “Las mil y una noches”, ¿cuál de estos cuentos te llama más la atención?

R: “Las mil y una noches” es el infinito, todas las historias que puedas imaginar están ahí, de una u otra forma. Por hablar de un cuento que me sorprendió mucho encontrar: ¿Conoces la canción de Silvio Rodríguez “Rabo de nube”? “Si me dijeran, pide un deseo, preferiría un rabo de nube…” Pues hay un cuento en “Las mil y una noches” en el que sucede exactamente eso: Dios le concede a un hombre una nube particular por su bondad y el hombre va con la nube aquí y allá y, cuando tiene sed, pone una jarra y la nube llueve. Y cuando quiere una siesta, la nube le hace la sombra. Me parece un episodio de gran encanto.

P: ¿Cuál es la preparación previa que realizas antes de actuar?

R: Algo parecido a lo que hacen los deportistas: caliento. Reviso los sucesos de la historia, juego con ellos, trato de mirar lo que pasa alrededor, de enlazarlo conmigo y con la historia que quiero contar. Juego con las palabras, suelto un poco el cuerpo… Me pongo a tono, vaya.

P: A la hora de narrar historias, ¿hasta qué punto es importante la interacción con el público?

R: Es básica. La narración, a diferencia del monólogo, es un diálogo. Hay que escuchar, no soltar la historia y ya. Y, entre otras muchas cosas, hay que escuchar al público, y eso supone interacción siempre. Puede que no participe activamente, o puede que sí, pero de alguna manera participa, es parte de lo que está pasando. Contar un cuento es conversar con uno que es muchos a la vez.

P: ¿Hasta qué punto la improvisación está presente en tu trabajo?

R: Depende del cuento, pero siempre hay improvisación. Hay que dejar la puerta abierta siempre a lo que pueda suceder.

P: ¿Cuáles son las principales diferencias que aprecias entre el público infantil y el público adulto?

R: El público infantil es muy variado. Hay una enorme diferencia entre niños de tres años y niños de doce, que se parecen más a los adultos. La principal diferencia entre un público de tres años y un público adulto es que al primero no le interesan demasiado los argumentos, sino el momento presente, lo que sucede en el momento. Si algo les hace gracia lo puedes repetir una y otra vez, y se reirán todas las veces, aunque el cuento se quede atascado ahí. Al adulto le interesa el argumento mucho más. La historia tiene que ser buena, no solo estar bien contada.

P: ¿Qué es lo más divertido que te ha ocurrido contando un cuento a los peques de la casa?

R: Pasan muchas cosas. Una vez, en una biblioteca, estaba contando para un cole y teníamos que salir en silencio, así que les dije a los niños, de unos 6 años, que en la entreplanta había un dragón dormido. En un momento, entre cuento y cuento, quisimos comprobar si el dragón estaba así que se tumbaron para oírle roncar. Un momento de silencio, hasta que uno empezó a oír: “¡Está roncando!” e inmediatamente se unieron muchos más: “¡Sí! ¡Yo lo oigo también! ¡Y se mueve!” Fue mágico, luego salieron todos en silencio para no despertarle.

P: Cada año codiriges el festival “Ávila de cuento”, ¿qué podrías contar sobre este festival y tu labor en la dirección?

R: Es un festival que se celebra en Ávila anualmente, siempre entre Navidad y Nochevieja. Ya vamos por la séptima edición, que celebraremos este 2017. El festival ha crecido mucho en estos años, comenzando con apenas dos narradores. En esta edición contaremos, si todo va bien, entre siete y nueve profesionales. Estoy muy contento de este proyecto que comparto con Maísa Marbán. Mi labor es coordinar, programar, ocuparme de que todo esté bien, idear nuevas formas, nuevos espacios… y casi siempre contar en algún momento también.

 P: Has publicado el ensayo “La narración fractal: arte y ciencia de la oralidad”, ¿por qué te apoyas en la teoría del caos y en la geometría fractal para explicar tu personal perspectiva sobre la narración?

R: Porque la teoría del caos es narración. Lo dijo así hace unas décadas uno de los grandes teóricos de la física caótica, el premio nobel Ilya Prigogine: “La ciencia ha dejado de ser geometría para revelarse narración”. La teoría del caos explica que la mayoría de los fenómenos que se dan realmente en la naturaleza son impredecibles en último término e irreversibles, como las historias. La geometría fractal explica, entre otras cosas, que en un espacio determinado cabe el infinito, y que las cosas grandes contienen cosas pequeñas que se parecen a las grandes. El cuento es así también: incluye pequeños cuentos dentro, a veces no los percibimos, pero cada episodio es una pequeña historia estructuralmente similar al cuento grande. A partir de ahí comprendí muchos aspectos de la narrativa oral, por ejemplo la importancia de que haya una estructura sólida que pueda albergar infinitas posibilidades.

P: Contar cuentos está muy relacionado con el teatro italiano y, de hecho, has estado en Italia estudiando Comedia del Arte, ¿qué es lo más valioso que has aprendido durante tu estancia en este país?

R: La narración oral popular y la Comedia del Arte son cosas muy parecidas: ambas se basan en un juego de personajes más o menos arquetípicos y motivos combinados de diferente manera dentro de un argumento que contiene a ambos, y con un espacio enorme para la improvisación y el arte del actor/narrador. Fue enriquecedor para mí aprender esto, me ayudó a comprender muchos asuntos de mi oficio y la técnica básica del arte de la oralidad.

P: ¿Qué proyectos tienes para los próximos meses?

R: Seguir con mi taller de entrenamiento e investigación, con mis espectáculos los sábados en el OFF de la Latina y los martes con “Las mil y una noches”. Tengo dos libros en camino, un proyecto de Escuela de narración oral en Córdoba que será pionera en España en muchos aspectos. Y, luego, lo que surja. Siempre surgen cosas inesperadas. 

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