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jueves, 20 de julio de 2017

Crónica: Oporto

La ciudad que descansa a orillas del Duero


PAULA OLVERA- Situada al norte de la Península Ibérica, a unos cien kilómetros de la frontera con Galicia, se encuentra Oporto. Esta ciudad, bañada por el Océano Atlántico y la desembocadura del Duero, mantiene un encanto especial desde la Avenida dos Aliados, convertida en la columna vertebral que estructura las arterias comerciales que la rodean. La condición de ciudad portuaria transforma a Oporto en un enclave idóneo para realizar una escapada de fin de semana desde España. La Ribeira es una de las zonas más turísticas de este núcleo urbano, repleta de restaurantes y tiendas, un lugar mágico donde dar un paseo es recomendable si se quiere respirar la esencia de la segunda urbe portuguesa más importante. Este viaje comienza con un solo paso.

Para viajar a Oporto el transporte más rápido es el avión, aterrizaréis en el aeropuerto Francisco Sa Carneiro, y la opción más barata, a la par que sencilla, para llegar al centro de esta urbe es el metro. ¿Qué es una gran ciudad sin un gran mercado? El mercado Bolhao es el sitio perfecto para iniciar la ruta ya que se trata del zoco más importante de Oporto donde encontraréis todo tipo de souvenirs. Es un espacio bastante pintoresco donde abrir los cinco sentidos. Además, se puede almorzar barato en cualquiera de los puestos. 

Es también una buena zona para buscar alojamiento, de hecho, mi hospedaje se ubicaba muy cerca de la Capilla de las Almas, una peculiar iglesia del siglo XVIII que fue recubierta de azulejos en el año 1931. Podéis continuar vuestro paseo por las calles cercanas en dirección Rua Santa Catarina. Se trata de la principal zona comercial donde encontraréis las distinguidas tiendas que hay en cualquier ciudad europea. Pero, independientemente de los establecimientos, el encanto lo hallaréis en los propios edificios. Oporto es la ciudad de los azulejos: ¡los veréis por todas partes! Durante esta caminata os toparéis además con el elegante Café Majestic, inaugurado en los años veinte del pasado siglo, donde la escritora J. K. Rowling escribió varios de los capítulos de la saga Harry Potter. La estética del local es preciosa, aunque mi recomendación es que busquéis otro sitio más económico para almorzar si se trata de un viaje low cost.




Oporto, Porto, es una ciudad concentrada con muchas cuestas. La humedad del ambiente le atribuye ese encanto decadente y a la vez embriagador. Con estas ganas de perderos por el núcleo urbano os podéis acercar a la estación de Porto-São Bento, la más famosa de la ciudad. A pesar de que una estación suele ser lugar de paso, en ésta se puede apreciar una de las obras de azulejos más representativas de Portugal. Muy cerca se ubican la Catedral de Oporto y la Torre dos Clérigos, dos de los monumentos emblemáticos de la ciudad. Si tenéis valor podéis subir los 240 peldaños de la torre para disfrutar de una de las mejores vistas. Nos encontramos cerca de la zona universitaria donde veréis muchas tiendas antiguas y la popular Librería Lello

Se dice que J. K. Rowling, que vivió un par de años en Oporto, se inspiró en ella para imaginar las peculiares escaleras del castillo Hogwarts. Francisco Xavier Esteves fue el ingeniero responsable de la construcción de este edificio neogótico. La entrada a este templo de las letras vale cuatro euros, pero tranquilos porque si compráis un libro os descuentan esta cantidad del precio final. Seguro que no salís con las manos vacías porque aquí se pueden encontrar desde ejemplares antiguos a primeras ediciones, pasando por diccionarios y guías lingüísticas, así como las principales novedades literarias en varios idiomas.

La Avenida dos Aliados es un lugar ideal para descansar un rato. Si queréis reponer fuerzas dirigiros hacia el McDonalds de Praça da Liberdade para probar McBifana, un sándwich de carne de cerdo muy típico en este entorno. Esta escapada también tiene parada obligada en el Palacio de la Bolsa, la iglesia de San Francisco y los Jardines del Palacio de Cristal que están ubicados en la parte alta de Oporto. Merece la pena respirar profundo y disfrutar de las increíbles vistas del río Duero.

Cuando cae la noche, como buenos turistas, podéis pasear por los alrededores del puente Don Luis I, otro de los símbolos portuenses, que conecta Vila Nova de Gaia con Oporto. El vino es el sello de identidad de esta ciudad aunque no todos saben que la mayoría de las bodegas se ubican en Gaia, al otro lado del río, aunque para ser dos ciudades diferentes resultan inseparables. Os recomiendo cenar por la zona de la Ribeira porque tiene mucha vida nocturna. Por el día también es una zona con muchísima vida y color así que hay que disfrutar igualmente de su ambiente en primera persona. Una de las mejores maneras de llegar a la Ribeira desde la Baixa es el Funicular Dos Guindais, en pocos minutos este teleférico llega a la Ribeira bajando por una escarpada colina.

Si continuáis por la costa atlántica hacia el norte de Oporto, Matosinhos os dará la bienvenida. Su mercado se ha vuelto mundialmente conocido. Sin duda, un espacio con mucho ambiente y con una amplia variedad de género fresco. Cuando alguien viaja a Oporto otra visita casi obligada es descubrir Foz do Douro, una freguesía pesquera en la que desemboca el río Duero. Se puede llegar aquí de varias formas, para los turistas las más recomendables son el autobús número 500, que sale de la Praça da Liberdade, o también se puede coger un tranvía que es todo un símbolo portugués. El faro de San Miguel es considerado de interés público en esta zona, aunque el Forte de São João Baptista da Foz es otro gran atractivo para los turistas. En Foz también se ubica el Castelo do Queijo que recibe este nombre por el hecho de estar construido sobre un peñasco con forma de queso.

Por corto que sea el viaje a Oporto una escapada siempre es recomendable para conocer los pueblos cercanos. Desde la estación de Porto-São Bento hay trenes directos a Aveiro y Braga desde las cinco y seis de la mañana, respectivamente. En Aveiro, sea la época del año que sea, sus canales se transforman en una atracción turística, una fiesta de luz y color. El plan imprescindible en la conocida“Venecia portuguesa” es montar en moliceiro, una tradicional embarcación que permite recorrer la ría de Aveiro y avistar el centro histórico. Se divisará asimismo el antiguo barrio de pescadores, las casas ornamentadas con azulejos y, a su paso por el Canal de San Roque, el emblemático Puente Dos Carcavelos. El recorrido en esta embarcación también os acercará al Forum Aveiro, que es el principal centro comercial de la ciudad, y a la antigua fábrica de cerámica que ha sido transformada en el actual centro cultural y de congresos. El paisaje de este agradable paseo sobre el agua inspira serenidad e invita a la contemplación de la naturaleza, sobre todo en los meses de julio a septiembre cuando se produce la temporada de sal y los montículos contribuyen también al encanto especial de todo aquel que vislumbra el horizonte.


Braga, por su parte, es popular por su espectacular catedral. Una ciudad para perderse desde que se cruza el simbólico Arco da Porta Nova que recuerda al Arco Triunfal de Rua Augusta en Lisboa. Esta breve mención deja la miel en los labios a futuros exploradores del mundo, a viajeros dispuestos a dejarse embriagar por las distintas ciudades de un país que a mí ya me ha cautivado.


Con la colaboración de Diego Sánchez García. 

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