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sábado, 29 de noviembre de 2014

Crítica obra “Love pain love”

Si crees en el amor…Y si no, también

 
PAULA OLVERA: Miles de espectadores han pasado ya por el Teatro Infanta Isabel apostado por “Love pain love”. Ángel Martín y Ricardo Castella protagonizan esta comedia romántica “americana para teatro” que versa sobre el amor y el desamor. Tras representarse durante la pasada primavera en el Teatro Maravillas, la obra regresó en el mes de octubre al teatro ubicado en la madrileña calle Barquillo con más música y más humor. Aunque, sobre todo, lo que se respira en la sala es la complicidad de los dos cómicos protagonistas que han logrado captar cada noche de viernes y sábado a un diverso público que ha salido maravillado de la función. Hemos tenido la oportunidad de acudir a la penúltima de ellas, descubriendo un guión diferente, en el que el concepto más utilizado en las artes escénicas se presenta asociado a otros sentimientos.

Los viernes y sábados por la noche las butacas del elegante Teatro Infanta Isabel reciben a cientos de espectadores que están dispuestos a embarcarse en una de las comedias románticas más esperpéntica de la cartelera teatral. De la mano de Ángel Martín y Ricardo Castella, los asistentes se involucrarán en una historia con la que seguro se identificarán. Porque, ¿a quién no le han roto el corazón alguna vez? ¿Quién no se ha enamorado de la persona más inesperada? Bajo una mirada diferente a la habitual, se trata uno de los temas más universales, que más suele enternecer y que, en este caso, despierta la carcajada sin remedio: el amor. Y es que la sala se llena sobre todo de parejas y personas dispuestas a reírse de sí mismas, ya que puede que, salvando las distancias, hayan pasado por una situación parecida a la que se cuenta.

Al frente de esta comedia nos encontramos a Ángel Martín y Ricardo Castella, dos tipos veteranos y amantes de su profesión en todas sus dimensiones. Ambos se conocían de trabajos anteriores y esa química se nota en las tablas. En 2011, colaboraron en el espectáculo musical “Nunca es tarde” y esta compenetración ha perdurado hasta esta nueva obra. En su primer show, los dos cómicos ironizaban acerca de la posibilidad de ser el piloto de una futura serie de televisión. En “Love pain love” aspiran más alto y quieren dar el salto a la gran pantalla de Hollywood. Para ello han montado esta fiesta teatral con el objetivo de testar su producto fílmico con la presencia y mirada atenta del público. Para ello, como en cualquier otro proyecto cinematográfico, proponen a los actores que, seguramente, participarían en él, personajes muy reconocidos de la cultura pop. De hecho, más allá de los intérpretes, aparecen numerosas referencias a películas y series que acercan aún más la escena a los espectadores.

Cabe destacar que para el humorista Ricardo Castella el programa “Sé lo que hicisteis” marcó un punto de inflexión en su carrera. Allí estaba también Ángel Martín, liderando el espacio desde 2006, y hasta 2011. Durante un tiempo este cómico y también actor, estuvo compaginando su faceta más televisiva con la más ligada a las artes escénicas, la obra “¡Que viene Richi!”, la cual, también obtuvo un destacado éxito. Desde hace tres años, Martín y Castella se han convertido en una pareja artística de hecho, que no hace sino despertar su lado más gamberro, así como el de los asistentes a sus funciones. Pareciera que sobre las tablas estuvieran un par de amigos que intentan pasárselo bien con el beneplácito del público. La coordinación entre ambos es armoniosa y natural, cada uno en su rol, pero con la soltura que aporta la experiencia.

A pesar de que el título de la obra está en inglés, mantiene dos palabras claves que son conocidas para los hablantes de otras lenguas y que anunciarán los temas principales que se desarrollarán en la obra: el amor y el dolor como consecuencia del primero. Y es que uno no existe sin la presencia del otro, en mayor o menor medida. Ahora bien, la obra nos intenta transmitir que las consecuencias son fruto de causas ante problemas que los seres humanos podríamos resolver, pero que preferimos dejar pasar y seguir marcando la diferencia entre sexos. Una vez más, nos encontramos con actores que ironizan ante las características que separan a los hombres de las mujeres, como ya se hace en otros teatros, con obras como “El Cavernícola” y su réplica femenina “La Cavernícola”.

El cartel de la obra también anuncia a los espectadores una verdad asentada sobre las relaciones sentimentales: “El amor es lo más bonito. Y que te rompan el corazón ya ni te cuento”. Entre realista e irónico, se nos avisa de los riesgos que conlleva caer en las redes del amor. Como no podía ser de otra manera, a lo largo de la función, se analiza el papel que juegan las rupturas de pareja así como las fases de enamoramiento por las que pasa cualquier persona de manera natural. Nos encontramos ante una obra en la que los protagonistas dan voz a su corazón y los convierten en verdaderos protagonistas.

Las luces marcan los tiempos de la obra, creando una serie de símbolos reconocibles que son muy significativos en el trascurso de la función. De hecho, estos efectos evocan espacios y momentos que consiguen que el espectador se sumerja en la historia, ya que crean la atmósfera adecuada para cada situación. Desde el minuto uno, el público reconoce los elementos que contextualizan las situaciones más disparatadas, aunque la realidad siempre puede superar a la ficción.

Nos encontramos ante una escenografía más compleja de lo que parece. Los actores tienen que lidiar con todo el entramado instrumental que guiará la trama. Y es que la música es la verdadera protagonista que maneja el guión a su antojo y marca las secuencias analizadas de lo que en cine se llamaría segmentación fílmica de la producción en la que están inmersos los protagonistas. Escuchamos canciones cuyas letras parecen algo absurdas, pero que divierten al espectador y le invitan a mover los labios, aunque no se sepan ni el estribillo. Resulta casi imposible no moverse del asiento al compás de las notas de la melodía. Sorprende el profundo trabajo vocal que realizan ambos, sobre todo, engancha la voz de Ángel Martín que sabe entonar y conseguir transmitir un hilo bastante armónico, no obstante, el cómico además de su faceta humorística también tiene nociones de piano. Ricardo Castella deleita a los espectadores gracias a su manejo de la guitarra eléctrica y los teclados, combinando ambos y, según parece, casi sin esfuerzo. Los dos actores se reparten todas las disciplinas musicales que aparecen, haciendo alarde una vez más de esa complicidad por la que se caracteriza esta comedia amorosa y desenfadada. Este tipo de obra musical nos recuerda a las actuaciones que el gaditano Alex O’Dogherty realiza con su banda “La Bizarrería” y su show “Mi imaginación y yo” en la que también incluye letras muy divertidas.

La historia que se cuenta, la de Ryan y Natalie, puede parecer común, es la típica que siempre suele acabar bien, aunque en esta obra el espectador se encontrará en vilo en todo momento ansioso por saber cómo continúa la trama y cuál será el destino final de ambos protagonistas. El suspense está servido bajo la atenta mirada del amor y la comedia.

La imaginación se alza como una pieza fundamental, aunque esto lejos de ser un perjuicio resulta una gran ventaja, ya que los asistentes pueden mirar a las tablas observando todo lo que se desarrolla en ellas bajo los ojos de aquellos que ven más allá. Los actores convencen al público y consiguen uno de los retos más difíciles que se puede plantear un intérprete: conseguir que dejen de mirarlos a ellos y se imagen la historia de verdad, tal y como la están contando. Así, se produce un mágico momento en el que los espectadores dejan de ver a Ricardo como un hombre y lo convierten en mujer o a Ángel como un reconocido actor de la meca del cine, así como a tantos otros personajes que aparecen en escena. Estos dos cómicos envuelven a los presentes. Éstos se sumergen en su delirante universo del que una vez dentro es complicado salir hasta que, como en toda película que se precie, no pone “The end” (fin).

La obra, en parte sin quererlo, mantiene un trasfondo social que engloba críticas no sólo a la sociedad en la que vivimos, sino también a la concepción que se tiene del amor y de lo políticamente adecuado. A las historias encorsetadas y tópicas que dominan nuestro imaginario colectivo, la mayoría procedentes del cine de Hollywood, aunque dándole un toque muy nuestro. La comedia se pasea a su antojo por cada rincón del escenario, a través de tintes de humor negro que se mueven entre lo considerado y lo que no lo es tanto.

Esta historia demuestra que una superproducción no tiene que contar con una escenografía espectacular, basta con hacer las cosas bien, dejarse llevar por el humor y disfrutar con lo que se hace. Esto es exactamente lo que transmiten los dos cómicos, se nota que se divierten trabajando juntos sobre las tablas, cediendo gran parte de ese placer desenfadado a las personas que les miran sorprendidas y complacidas desde sus asientos.

Nos hallamos ante un formato bastante novedoso en cuanto a la cartelera teatral actual se refiere. Es una comedia bastante sonora, tanto por la importancia de la música como por la potencia de su temática, en la que, con un presupuesto destinado únicamente a dos actores, conocemos a media docena de personajes. La coordinación y concentración de los actores para cambiar de registro tiene que ser máxima, ya que cualquier error puede conducir a un cambio de personaje aunque no fuera su turno de tomar la palabra. En algunas ocasiones, sobre todo en el climax de la acción, cuesta discernir todo el entramado de personajes que salen y entran de escena cada pocos minutos.

Este es, previsiblemente, el último fin de semana de funciones, por ello, se pidió a través de la página de Facebook que el teatro se llenara, ya que bromearon, o eso parece, con la posibilidad de que la madre de uno de los protagonistas acudiera a verles. El público no les defraudó y, a pesar de que la obra terminó de madrugada, a buen seguro, los espectadores se fueron a la cama con una gran sonrisa. Hoy es el pase final de esta historia, si quieres conocer una cara distinta y divertida del amor verdadero no se puedes dejar pasar la oportunidad de ver “Love Pain Love”.

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