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viernes, 26 de septiembre de 2014

Crítica: obra "Tap Factory"

La música, el idioma universal


PAULA OLVERA/AURORA SALVO – Ha llegado a nuestro país “Tap Factory”, un show dirigido a todos aquellos que quieran disfrutar de un estilo de música diferente. Se estrenó en Madrid el 10 de septiembre y tiene previsto permanecer en el Teatro Nuevo Apolo hasta finales de este mismo mes. Posteriormente, se realizará una gira por varios puntos de España. Ocho artistas internacionales protagonizan la función sobre las tablas, armonizando su cuerpo con el resto de los elementos que les rodean, casi sin hablar, porque no es necesario. La utilización de ese lenguaje internacional que es la música se muestra en todo su esplendor. Este espectáculo, que combina la percusión callejera con la danza y el claqué, ha conseguido un gran éxito a nivel mundial y se espera que continúe la buena acogida por parte del público al que ahora se enfrenta.


Por fin ha llegado “Tap Factory” a España. Este año la compañía está realizando una gira internacional cuyo éxito no tiene precedentes. En nuestro país, los artistas estarán en Madrid actuando desde el 10 al 28 de septiembre, concretamente en el Teatro Nuevo Apolo. Posteriormente se trasladarán a Barcelona, al Teatro Barts, para continuar con sus funciones del día 15 al 26 de octubre. Pero esta gira por España no sólo tendrá parada en estas dos principales ciudades, sino que también se trasladarán a Villena (Alicante) el 9 de octubre, a El Ejido (Almería) el 11 de octubre y a Toledo el 12 de ese mismo mes, así como a varias ciudades que todavía están por confirmar para el próximo año. 

La tarde del 9 de septiembre tuvo lugar el pase gráfico, el cual, supuso el primer contacto con espectadores, en este caso, con medios de comunicación que pudieron inmortalizar dos números completos de la función. Cada uno de los ocho artistas que integran este show se colocó en su puesto para hipnotizar durante unos minutos a los allí presentes con su forma de crear arte. Se notaba que todos estaban nerviosos, pero a la vez emocionados de estrenarse en un teatro tan emblemático como es el “Nuevo Apolo” ubicado en la madrileña Plaza Tirso de Molina. Los chicos dejaron claro que en “Tap Factory” el talento está presente en cada parte del escenario. Cada uno de ellos maneja a la perfección su disciplina, se nota que se han preparado a fondo su misión. El propio nombre del espectáculo ya adelanta una parte del contenido de éste. “Tap” es una de las denominaciones que se le puede dar al claqué, una de las especialidades predominantes del show. Y es que es tal el grado de perfección que transmiten los protagonistas que sus pies parece que se mueven solos, como si tuvieran vida propia e incluso esto último se da a entender en un momento de la representación. Se nota que nos encontramos ante algunos de los mejores bailarines de claqué del mundo que en esta disciplina no tienen nada que envidiar a los clásicos Fred Astaire y Ginger Rogers.




Tuvimos la suerte de charlar con uno de sus integrantes, el francés Jérémie Champagne que nos habló de la carga física que conlleva su trabajo. “Si la gente normal tuviera que hacer esto estaría muy cansada”, afirmó rotundamente. En sus ojos se podía apreciar la ilusión que sentía por estrenar en nuestro país y tener la oportunidad de mostrarnos su modo de vida. “Vais a ver un espectáculo de ritmo, con mucha comedia, con mucho humor, esperamos que la gente se pueda reír mucho”. Para el artista, “cuando el público acude a ver un espectáculo es una manera de desconectar de la vida normal”, por ello, intenta crear junto a sus compañeros algo fuera de serie.

El francés recalcó que además de los ocho artistas visibles al público, hay técnicos (de luz y sonido) encargados de montar y controlar el show. Alrededor de las tablas hay más de veinte personas, aproximadamente, contando a los productores y al personal de administración. “Un espectáculo no sólo son los artistas, detrás hay mucha más gente” nos explicó Jérémie.

El joven nos comentó que para reunir a los miembros no ha sido necesario un casting previo. “Ya nos conocíamos cuando creamos el espectáculo. No había casting, Vicent, el coreógrafo principal, tenía la idea de hacer un espectáculo con gente que ya conocía. Casi todos somos de Francia. En el claqué todo el mundo ya se conoce y no necesitábamos hacer un casting para buscar a este tipo de bailarín” nos aclaró Jérémie. Eso sí, confesó que “lo más importante es crear un buen grupo, con buen ambiente… Es una manera de vivir juntos”. Y es que, según él, “para que el espectáculo funcione tenemos que crear una conexión entre los bailarines”.

“Tap Factory”, salvando las distancias, se relaciona con el conocido grupo de danza y percusión Mayumana. Para el integrante del primer show, “Mayumana también es un espectáculo de ritmo y hay música, pero cada uno ya tiene su especialidad. Nuestro espectáculo es mucho más de claqué, en Mayumana no hay claqué. Y en Mayumana hay chicas y aquí sólo hay chicos, entonces, la energía no es la misma. También en Mayumana todo el mundo hace una “perfomance”, cada uno tiene su momento y hace su solo. Aquí es más una formación de grupo, hay una parte de solo, pero no de solo cada uno. Aquí es más una historia de grupo. Tenemos un hombre de circo que hace equilibrios, acrobacias… También tenemos el bailarín africano que toca la percusión, la flauta…”

Respecto al feedback con los espectadores, Jérémie nos aventuró que “el hombre negro, el africano, que hace el papel de que limpia la fábrica, al principio habla con la gente, pero en africano. Nadie puede entenderle, nosotros tampoco (risas). Después, hay un momento en el que el maestro de la fábrica tiene una interacción de ritmo con el público”. Además de la interacción con los asistentes, los tintes cómicos son otra de las piezas claves. “El humor es sumamente importante en este show. Hemos añadido una parte de comedia, no tanto de mimo, es más de humor como Charles Chaplin para divertir y para dar otras cosas. Es muy importante para el público” sentencia Jérémie. Eso sí, nos especificó que todos no estamos tan agudos a la hora de entender una escena que se ha creado con el fin de bromear. “Todos los países tienen su propia cultura, entonces, el público no tiene el mismo sentido del humor. Hay personas que pueden reír muy fácilmente y otras que están muchos más frías y es más difícil. Por ejemplo, en Japón, la gente nunca aplaude, sólo al final del espectáculo”.



La función, creada por Vincent Pausanias, se proyecta de miércoles a domingo en la capital con precios más o menos asequibles para las casi dos horas de actuación aproximada, con un descanso de diez minutos. Merece la pena invertir en ello y observar a estos jóvenes en primera persona. De hecho, el día que acudimos a la representación la mayoría de las butacas estaban llenas, demostrando un éxito que, en este caso, va unido a la calidad del show.

La historia se desarrolla en una especie de industria. Ya desde antes de comenzar la función, el telón está alzado y hay elementos que hacen comprender rápidamente al espectador dónde se encuentra. Además, varios sonidos asociados a una fábrica van inundando poco a poco, casi sin que el espectador se dé cuenta, cada una de los rincone de la sala. Esto consigue poner en antecedente al público que pronto descubrirá que forma parte del espectáculo de manera más directa de lo que cree, gracias a la interacción de los artistas, así como a los diferentes efectos, tanto sonoros como visuales.

Nos hallamos ante un montaje diferente donde tiene cabida en el mismo espacio la realización de acrobacias, danza y percusión. Sorprende mucho la inclusión de bailes tanto clásicos como urbanos e incluso tribales los cuales reflejan la armonía de las diferentes culturas existentes. El cuerpo de los artistas se coordina a la perfección con el resto de los componentes que forman parte del atrezzo del show, tal como ocurría en “The Hole 2. Así, los movimientos resultan delicados, plásticos, consiguiendo una estética y una naturalidad impolutas, pareciendo que se deslizan por un espacio que hacen suyo sin un momento de vacilación. Así, los protagonistas consiguen que el manejo de estos ritmos parezca fácil de cara al público, cuando la dificultad, el esfuerzo y el ensayo que conlleva cada uno de ellos resultan obvios. 

A pesar de que el show es prácticamente mudo, el humor y el hilo conductor de la trama se comprenden a la perfección. La expresión corporal de los actores no deja lugar a dudas, consiguiendo que las personas de cualquier parte del mundo puedan comprender lo que allí está ocurriendo. De hecho, el día de la función había bastantes espectadores de otros países, demostrando la universalidad de la representación. Los gags humorísticos carecen de fronteras y no dejan de sorprender en el escenario, recordando a alguno de los mejores cómicos gestuales, como Harpo Marx o el ya mencionado Charles Chaplin,  consiguiendo que la risa del público alimente aún más la alegría que desprende este espectáculo.

Más allá de las interpretaciones de los artistas, la luz, el color y el sonido ayudan a que este pueda ser calificado como un espectáculo en mayúsculas. Hay que destacar que la acústica del teatro es la apropiada para este evento. Desde la zona técnica, se juega con los elementos mencionados que encajan de forma milimétrica en cada una de las escenas, aportando gratificantes emociones, casi mágicas, en el patio de butacas.



Cualquier objeto puede ser útil para crear un ritmo o una música si se emplea de manera adecuada, así alguno de los elementos se puede encontrar de forma habitual en los hogares. Esto no quiere decir que cualquier persona pueda realizar una parte de este espectáculo. Sin embargo, sí puede llevar a pensar que cada uno llevamos una música dentro y que si escuchamos con atención puede descubrirnos una de las mejores melodías, de la mano de la creación y la imaginación. La belleza artística se encuentra en el alma de cada individuo y se puede manifestar de todas las formas posibles, solo es necesario contar con la ilusión y el coraje como para apreciarla y demostrársela al resto del mundo. Todos los corazones cuentan con una parte artística, ¿por qué no fomentarla y expresarla más allá de las fronteras de nuestra mente?

Todo el conjunto de esta rítmica función consigue que la interactuación con el público se cree casi por sí sola, salvo en contados momentos en los que se pide la colaboración activa, en el resto es complicado no dejarse llevar por la música y bailar casi sin quererlo. Esta representación logra que la ilusión y la pasión que, según se puede apreciar, sienten cada una de las personas que forman parte de ella se transmita y el espectador no pueda evitar ser un miembro más de esta espectacular industria. Los asistentes al evento hicieron amago en varias ocasiones de aplaudir al ritmo que marcaban los artistas. Sin embargo, quizás por respeto o por temor a que esta incursión pudiera desconcentrar a los actores, este acompañamiento no prosperó. En este tipo de montajes tan cuidados es mejor ser prudentes y no interferir en el guión, a no ser que los protagonistas lo demanden.

El final de la obra es el broche de oro a un gran espectáculo. Una traca casi apoteósica que deja que la función termine con las emociones exaltadas. Los aplausos no se hicieron esperar e incluso muchos de los asistentes se pusieron en pie como signo de admiración hacia la explosión de ritmos que acaban de presenciar. Los artistas saludaron al público de forma muy cálida, en sus rostros se apreciaba la satisfacción y la ilusión por el agradecimiento y el trabajo bien hecho.



Esta representación es la mejor solución para olvidarse durante un buen rato de los problemas, gracias a la energía que desprende este espectáculo que no da un segundo de tregua para el aburrimiento. Las buenas vibraciones se notan desde el minuto uno y el optimismo de la función parece ser una dulce enfermedad contagiosa. Estos síntomas seguro que durarán, por suerte para quienes los padezcan, hasta pasados unos días. Más de uno, seguirá el ritmo en su propia casa. Nadie se puede resistir a este envolvente entusiasmo. Por ello, si en los próximos días, algún vecino realiza ciertos sonidos extraños que se podrían asimilar a la percusión, no es que se haya puesto a hacer obras, es que ha sido arrastrado por el efecto “Tap factory”.

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