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lunes, 7 de julio de 2014

Crítica: película "Stockholm"

Cenicientas modernas


AURORA SALVO AMORES- Para aquellos que quieran ver la típica película romántica, ésta no es la historia que buscan. Stockholm de Rodrigo Sorogoyen es mucho más. Consigue que el espectador se mantenga con la mirada fija en la pantalla, en cada uno de los gestos de los protagonistas, en cada palabra, envuelve de principio a fin. Y es que un halo de misterio rodea toda esta trama en la que el público termina deseando descubrir todos los detalles, a pesar de que algunos de ellos ni los mismos actores los conocen. Esta historia transmite la magia y el posterior desencanto de ese hechizo que como en el cuento de los Hermanos Grimm desaparece con la llegada del día siguiente. Se trata de una cinta en la que se sigue pensando una vez se ha terminado de ver, ya que hipnotiza y hace reflexionar sobre las relaciones sentimentales.


Una de las películas revelación de este año, sin duda, ha sido Stockholm. Grabada en doce días y con un bajo presupuesto ha conseguido impactar tanto a la crítica como al público e incluso pisar fuerte en grandes festivales, así como en los Premios Goya. Gran parte del mérito lo tienen Javier Pereira, que obtuvo el Goya a Mejor Actor Revelación (a pesar de que ya llevaba una amplia trayectoria profesional), y Aura Garrido, nominada también en esta categoría. Estos dos protagonistas realizan un arco interpretativo perfecto, a veces con esquinas cortantes, durante los noventa minutos que dura la historia.

La película está dividida en dos partes muy diferenciadas, pero encajadas de forma armónica, sin forzar los acontecimientos, ya que van fluyendo por sí solos. Es muy complicado conservar la atención de los espectadores cuando solo dos personajes llevan todo el peso de la ficción, manteniendo un duelo interpretativo en el que es difícil decantarse por un ganador. Los actores consiguen transmitir la magia del tira y afloja de los primeros momentos de una relación. Se trata de una metáfora de la vida en pareja y los dulces y amargos estados que se atraviesan, todo ello en un día y una noche, dos caras de una misma moneda cuyo final es imprevisible, aunque a medida que avanza la trama, si se tienen los ojos abiertos, quizá no tanto.

Rodrigo Sorogoyen ha hecho la película con mimo, cuidando cada detalle, cada plano, y eso se nota. Así, ha obtenido un resultado fascinante y delicado que merece ser saboreado poco a poco, con calma. El cineasta madrileño juega con el espectador al mismo tiempo que lo hace con cada uno de los personajes. Todo ello en dos escenarios claros, la casa del propio director y las calles de Madrid. Dos entornos que casi sin quererlo son fundamentales en la trama y la rodean de una estética especial y familiar. Todo el conjunto hace que cualquiera pueda verse en situaciones parecidas y que se pregunte, qué haría si se encontrara en el papel de uno de los protagonistas.

Stockholm no sorprende por su planteamiento, chico conoce chica, pero sí por su desarrollo del cual es mejor no decir nada para no desvelar la esencia de esta adictiva película. Solo se va a hacer una comparación, salvando las distancias, se trata de una mezcla de la romántica “Antes del amanecer” y las minimalistas películas de Haneke. Aunque a simple vista parezca que no tienen mucho que ver, Sorogoyen las armoniza sin que ninguna de las escenas se encuentre fuera de lugar.

Esta producción demuestra que se puede hacer buen cine español con un presupuesto escaso, si se tienen ganas y una idea ingeniosa. El éxito les llegó varios meses después del estreno, aunque la verdadera recompensa y de la que pueden estar orgullosos es la satisfacción del trabajo bien hecho. Una película distinta y enigmática que merece la pena ver y disfrutar. 

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